Opinión
Editorial: Encerrados ante la delincuencia creciente
La historia se repite en todos los Sauces, Guayacanes, Urdesa, Ceibos, en algunas zonas del centro de Guayaquil, en el sur y suroeste de la ciudad... No hay sitio donde el hampa no obligue a los ciudadanos a vivir prisioneros en sus casas.
Sauces 1, en Guayaquil, 19:00. Las puertas de la mayoría de viviendas se han cerrado en un sector con mucho movimiento que, llegada la noche, se sume en la oscuridad y la inseguridad. La historia se repite en todos los Sauces, Guayacanes, Urdesa, Ceibos, en algunas zonas del centro de Guayaquil, en el sur y suroeste de la ciudad... No hay sitio donde el hampa no obligue a los ciudadanos a vivir prisioneros en sus casas.
Pese a que la Policía despliega constantes operativos de control en toda la urbe, estos parecen quedar cortos ante el incremento delictivo. A cuchillo, con pistolas y a veces hasta con armas de juguete, los malandrines acechan a sus ‘presas’ y convierten a determinados sectores en zonas rojas.
Las víctimas por lo general suelen ser jóvenes estudiantes que son abordados antes de llegar a sus casas, o clientes de restaurantes que son sorprendidos en pleno momento familiar.
Siguiendo la tendencia de hace unos años, los guayaquileños han enrejado sus puertas, sus ventanas, sus portales. Cualquier medida es buena.
Basta recalcar el ejemplo de Sauces 1 donde, en días pasados, los representantes de casi 700 familias del sector se reunieron para analizar colocar cámaras de seguridad. Quieren vivir en paz, no encerrados por culpa de la delincuencia.