En la sesión solemne del 9 de Octubre, el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, pronunció un discurso, varias de cuyas frases merecen destacarse. Una de ellas se refiere a la revolución, cuando dijo que las revoluciones se hacen para morir por ellas, no para vivir de ellas. Y si no se cumple con lo que sus beneficiarios llaman revolución, es una mentira que tiene el propósito de aprovecharse del término que casi siempre es aceptado con satisfacción, porque abre la esperanza. Pero cuando se descubre el engaño, la satisfacción se convierte en ira y la ira nunca es bienvenida.

Nebot es de pensamiento y de acción. Sus discursos pronunciados en actos cívicos y populares demuestran sus ideas y sus deseos en favor de Guayaquil.

Nebot es un hombre de acción a quien sus adversarios ubicados en las altas cúpulas del oficialismo han hecho blanco de sus envidias y odio porque hemos vividos 10 años en los cuales los gobernantes se esmeraron en ser revanchistas, cargados de odio y envidia.

Por suerte, ya nos gobierna un hombre de paz que ha hecho del diálogo una especie de norma del poder, lo cual se palpó en la última celebración del 9 de Octubre durante la cual el presidente de la República y el alcalde de la ciudad rindieron culto a Guayaquil.