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Opinión
El Santo Prepucio
El jueves 11 de enero al Pop Up Teatro Café de Samborondón llegó una exaltada muchedumbre a impedir el estreno de una obra que consideraban blasfema. La pieza en cuestión era El Santo Prepucio, comedia escrita a cuatro manos por los dramaturgos Julián Quintanilla y José Ignacio Valenzuela. Trata de dos monjas que ante la crisis que viven en su convento idean exhibir una reliquia para poder sostenerlo. La reliquia no es otra que el prepucio del niño Jesús, conservado luego de su circuncisión.
Aunque suene delirante, hasta el año 1900 el mundo católico le rindió culto oficial al Santo Prepucio. Y lo más insólito, en 1954 se reunió una comisión especial que propuso recuperar esta tradición; pero no tuvo éxito. Esta no es la única reliquia descabellada que ha adorado la fe católica. También han tenido su lugar en los altares la pluma del arcángel Gabriel, un estornudo del Espíritu Santo, más de 60 dedos de Juan Bautista, etc.
Pese a que la obra no era blasfema, sino basada en una leyenda pía; la turba se salió con la suya. Esa noche el teatro fue clausurado. Pero como no existe un argumento legal para esta clausura, desde el 22 de enero el Pop Up vuelve a abrir sus puertas en Samborondón. El Santo Prepucio se presentará de lunes a domingo con hasta ocho funciones por noche. La demanda para ver esta pieza escénica, como se pueden imaginar, es enorme en la colectividad. Separen con tiempo su localidad.