Opinión
Esperanzador fin de fiesta
Guayaquil, al cabo de una década, pudo celebrar sus fiestas fundacionales recibiendo el homenaje del Poder Central y de su Municipio, porque durante los diez años mencionados, las fiestas se celebraban para rendir homenaje al gobernante antes que la ciudad que celebraba un aniversario más de su fundación.
En la sesión solemne del Cabildo se pudo sentir un nuevo sentido de la celebración, sin que los dignatarios y autoridades ni centrales ni seccionales, trataran de apoderarse del júbilo popular guayaquileño.
Como siempre, el alcalde Nebot estuvo severo y claro en su discurso y el Presidente de la República hizo un elogio a Guayaquil, recordando sus grandes fechas y sus grandes calamidades también, como el incendio de 1896 y las invasiones de piratas.
Tanto Nebot como Moreno dieron un ejemplo de amor a esta ciudad, rescatando los valores que se habían ido perdiendo en el transcurso de la década última y abriendo el camino para una colaboración creadora en medio de un amistoso entendimiento. Así, la década conflictiva ha quedado atrás y se augura un porvenir ciertamente esperanzador para la ciudad si se cuenta con el debido compromiso del Poder Central, aunque Guayaquil ha progresado sin requerir la colaboración de los entes centrales.