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Opinión

La voluntad omnímoda y la reelección indefinida

La pregunta No. 2 de la consulta, de ser aprobada por la Corte Constitucional, otorgará al pueblo la facultad de decidir si está de acuerdo o no con la perennización en el poder de las autoridades elegidas por voluntad popular.

Los contrarios a la imposibilidad de la reelección indefinida manifiestan que las masas pueden decidir en las urnas si desean o no el continuismo.

Pero lo que no dicen es que quienes están en el poder poseen, desde el primer día de gobierno, todo un andamiaje electorero y de publicidad, -imposible de soñar para otros eventuales candidatos-, que les permiten “trabajar” el siguiente sufragio sin competidores que les hagan peso o contrapeso.

Así, la gente solo se informa de lo que el gobernante de turno quiere que se sepa, y se magnifican las obras, los eventos y las supuestas bondades del régimen, de tal forma que los electores, al momento de decidir su suerte, se equivocan y votan contra sí mismos.

Las verdades de estas “bondades”, por supuesto, se destapan demasiado tarde, mientras la voluntad de una sola persona ha primado en desmedro de la libertad, de la democracia y del bienestar del país de los dictócratas.

Larga es la lista de los dictadores disfrazados de presidentes. Quienes han desafiado el autoritarismo han caído tras las rejas y la mordaza ha funcionado a base del terror. Por eso, la respuesta es “No” a la reelección indefinida.