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Opinión

Todos somos el niño arrodillado frente al cadáver de su abuelo en Ibarra

Un sicariato en Ibarra ha conmovido al país, por al imagen de un niño que se aferra al cadáver de su abuelo. 

niño ibarra
Las imágenes son desgarradoras.Captura de video

Es un vídeo de 45 segundos. Una película de terror de menos de un minuto, en la que aparece el monstruo de la muerte sanguinaria que eriza la piel del Ecuador. Se muestra crudo, despiadado y nos da un zarpazo de realidad sin anestesia. El protagonista es un niño, de no más de 12 años, de rodillas, inmóvil frente al cadáver aún caliente de su abuelo, acribillado a tiros delante de sus ojos aterrorizados en Ibarra.

Está cinco segundos de rodillas, inmóvil, hasta que aparece alguien que lo saca de su pesadilla y lo regresa al mundo real. Pero su mundo real es Ecuador, lo que actualmente es peor que un mal sueño. Un país noble, trabajador, pero en el que solo en 2022 ya duplica la cifra de muertes violentas que el año pasado. Hasta el 18 de abril de 2021, a nivel nacional fueron asesinadas 621 personas. En ese mismo lapso, pero en este año, fueron 1.166. Una cifra que aterra, un país que aterra.

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Cuando tratan de alejar al niño del cadáver de su abuelo se aferra a él, lo toca, lo soba, niega con la cabeza, mientras en el fondo, se escuchan las voces llorosas de quien dicen “es su hijo, el chiquito, qué injusto”. Injusticia, una de las palabras más usadas en este país en el decenas de niños quedan huérfanos por la violencia. Los asesinos les arrebatan el amor y la protección que necesitan. Solo por femicidios, en 2021, 1.095 niños quedaron sin madres, de acuerdo a datos de la Alianza para el Mapeo de los Feminicidios en el Ecuador.

Todos somos ese niño. Todos estamos arrodillados ante el fantasma de la muerte criminal. No importa en qué trabajes, qué edad tengas o por dónde vayas, en el Ecuador no puedes caminar sin zozobra, sin mirar para atrás. La muerte te puede agarrar en un callejón oscuro o frente a un cajero automático, como el abuelo de aquel niño que, difícilmente borrará de su mente aquella escena.

La muerte te puede sorprender en un parque, al aire libre, como la también escalofriante escena de un hombre dándole cuchillazos a una mujer en el parque La Carolina, de Quito, cuya muerte la evitó un extranjero. Y sí, podríamos enumerar centenares de casos más que repletan las páginas de Diario EXTRA.

Nadie merece vivir así, con terror. Es deber del Estado protegernos, pero con cada sicariato que tiñe el sueño de este país de rojo, se siente más desamparo, más desesperanza. ¿Se seguirán tiñendo nuestras pisadas de rojo?