Opinión
Nuestra tragedia económica
Está llegando a su fin la década de los milagros. Rafael se encargó de promocionarse dentro y fuera del país como el “señor de los milagros”, el petróleo lo vendía como pan caliente a precios increíbles y luego asomaban las mejores carreteras del continente, las ciudades del conocimiento, los satélites, las escuelas del milenio, los aviones presidenciales; todo eso con la ayuda de 250.000 nuevos burócratas, muchos de ellos con vehículos de lujo con choferes uniformados y acompañados de guardaespaldas con motos y sirenas...
Se produjo el milagro ecuatoriano. Rafael alcanzó la categoría de jaguar. Pero desgraciadamente, la riqueza petrolera se esfumó y llegó la época de las vacas flacas. Rafael, el mejor gobernante de todos los tiempos, se empecinó en seguir manteniendo el gasto suntuoso y se apoderó de los dineros del IESS, del Banco Central, de los profesores; emitió bonos (papeles) que pagan intereses de usura, pidió prestado a todo el mundo y vendió el petróleo que aún se encuentra en el subsuelo...
La tragedia económica está a la vista; sin embargo, afirma que deja un país en marcha. Su heredero, Lenín, confía en las afirmaciones del milagrero y, para no quedarse atrás, durante su mandato construirá 222 casas diarias incluyendo sábados y domingos; hará 40 universidades y entregará un bono de $150; estas y otras ofertas de campaña podrían llenar muchas páginas: lo que no explica es de dónde obtendrá tanto dinero para hacernos felices. Por eso me atrevo a afirmar que además de hacer chistes, Lenín también se convertirá en mago; al parecer el primer acto de magia ya se llevó a cabo en el CNE...
Jorge Cevallos Fajardo