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Opinión

¡Ya basta!

Terminar el día en Guayaquil es un alivio, un suspiro de tranquilidad tras esquivar a la delincuencia que ha secuestrado a sus más de dos millones de habitantes, testigos de cómo se extinguen las vidas en las calles.

Cómo desarrollar una vida normal si una bala perdida puede acabar con personas inocentes en cualquier momento, como ocurrió el jueves último cuando en 10 horas hubo siete sucesos en los que el denominador común fue el maldito plomo, que aunque no dejó aparentes víctimas colaterales, desató el pánico colectivo y empujó desde las gargantas el grito de “¡ya basta!”.

Los habitantes sienten esa sensación de abandono por parte de las autoridades, que los esfuerzos de la Policía Nacional para combatir a la delincuencia se hacen agua y se evaporan más rápido que antes, que los criminales se multiplican, que salir de casa es una suerte de juego macabro en el que el ciudadano es el blanco, o como dicen en el barrio, es el ‘pato’ de los pillos y asesinos. ¿Cómo vivir en paz?

Estamos en medio de una guerra desatada entre redes delincuenciales que ni la presencia en las calles de las Fuerzas Armadas y de diferentes grupos tácticos de la policía han logrado frenar.

Todo esto no es más que el resultado de varios problemas sociales que las autoridades de turno no les han ‘parado bola’. Un país que cierra los ojos ante las necesidades de su gente no puede pretender arreglar las cosas ‘al vuelo’. Por eso este grito es también para los líderes de Ecuador. “¡Ya basta de tanta desigualdad y abandono!”.