Opinión
Charlottesville y la Libertad de Expresión
Los recientes acontecimientos ocurridos en Charlottesville, sur de los Estados Unidos, nos ponen, una vez más, frente a una necesaria reflexión sobre la libertad de expresión y sus límites.
La libertad de expresión -esto lo he dicho varias veces- es como un gran paraguas que cobija, entre otras cosas, opiniones ofensivas, prejuiciosas, ignorantes, obscenas, o impresentablemente estúpidas. No se pueden castigar expresiones que sean insultantes, irrespetuosas, o que no nos gusten. Precisamente la libertad de expresión, como decía George Orwell, es la libertad de decir lo que la gente no quiere oír. Ni siquiera se pueden castigar expresiones que se burlen o cuestionen nuestras creencias más queridas, aquello que creemos sagrado.
Solo quedan fuera de este paraguas los casos en los que claramente se incita a la violencia, al daño objetivo a terceros. Aquellos casos en los que se injuria, se niega derechos a alguien; o se pone en peligro a alguien. A cuento de ejercitar mi libertad de expresión no puedo irrumpir en un estadio atestado gritando (solo por joder) que hay una bomba. A cuenta de mi libertad de expresión no puedo instigar al odio y a la violencia contra una raza, un sexo, una orientación sexual.
Hoy Charlottesville nos sirve para evidenciar que no toda idea u opinión son respetables. Que el racismo, homofobia o machismo no se respetan. Que no se respeta el odio.