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Opinión

Editorial: Acoger y proteger

En Guayaquil, la postal diaria de todos los semáforos es la misma: familias venezolanas volcadas en las calles con enormes carteles, casi todos con un mismo mensaje: tienen hambre. Es que la crisis económica en Venezuela, que se ha agravado en los últimos años, ha obligado a su gente a dejarlo todo y emigrar por un futuro mejor, pero el sueño que ellos tenían al salir de su país era de mejoras y en Ecuador lo único que pudieron encontrar, como medio de sobrevivencia, es la mendicidad.

Pero, como forma de operar, o una extrañísima coincidencia, estas familias, en ocasiones, están formadas por niños e incluso recién nacidos. Bajo el sol o en la lluvia, en la intemperie, ahí están, echados en el pavimento a la espera de la ayuda de la gente y de unas cuantas monedas para aguantar el día. Menores de edad expuestos a vender caramelos o a limpiar parabrisas con el peligro de ser atropellados, maltratados, e incluso hasta secuestrados.

Y es que la cantidad desmedida de personas en situación de calle deja de ser una amarga postal y se convierte en un serio problema social que el Gobierno debe atender de inmediato, porque se incumple con los derechos básicos de los niños, de tener un hogar, de estudiar, de alimentarse.

Pero también existe responsabilidad de los ciudadanos para no empeorar la situación de estas personas. Acoger y proteger a los hermanos venezolanos. Debemos promover la dignidad humana.