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Opinión

Editorial: ¡Enjaulados por el miedo!

"La seguridad y la paz de mi familia no es negociable”. El error gramatical en el uso del singular ‘es’ por el plural ‘son’ era lo de menos, interesaba poco o nada a la mujer que lo portaba, plantada en un portón de acceso de rejas blancas en Urdenor 2, en Guayaquil. En la corta frase el mensaje quedaba claro, era contundente: esta es la única forma que, como ciudadanos, tenemos de responder a la inseguridad y la delincuencia que azota a la ciudad, encerrarnos.

Si hace algunos años ya se volvió costumbre enrejar ventanas, balcones y portales, o colocarle una doble puerta de metal a la principal de entrada en las viviendas, en un intento por protegerse de los robos en casas, hoy el asunto ha empeorado. Los barrios se encierran con rejas puestas a costas del bolsillo de los vecinos y de gruesas sogas o colocan muros, comúnmente llamados ‘vigilantes acostados’, para reducir la movilidad vehicular en ciertas zonas.

Quienes se ven afectados por esta libertad para transitar cuestionan el que las personas tomen a su cuenta el ‘enjaular’ los barrios, aunque son conscientes de la necesidad de seguridad.

Y aquellos que se encierran en sus barrios se justifican por el miedo que existe, ya que las autoridades no han podido frenar la delincuencia. De seguir así, todo Guayaquil terminará ‘enjaulado’.