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Opinión

Editorial: No escuchamos a la naturaleza

No podemos evitar los desastres naturales, pero sí podemos estar mejor preparados para que no nos vuelvan a agarrar desprevenidos

Ecuador es un país lindo, sí, pero también bastante bravo cuando se trata de desastres naturales. Entre volcanes que se despiertan, temblores que sacuden el alma, lluvias que inundan todo y hasta incendios que arrasan cerros, aquí vivimos con el Jesús en la boca. En los últimos años, miles de personas han sido afectadas por estas desgracias, y las pérdidas, en plata y en vidas, han sido dolorosas.

¿Y qué se ha hecho? Pues sí, hay planes, estudios, mapas, hasta simulacros de vez en cuando. Pero en la práctica, las cosas no caminan. No hay coordinación entre autoridades, se sigue construyendo en zonas peligrosas, las infraestructuras están abandonadas y lo del dragado de los ríos es una promesa más vieja que el pan duro. Además, la mayoría de la gente no sabe cómo reaccionar si pasa algo grave, porque no se enseña ni en casa ni en la escuela.

Lo urgente es que el país se tome en serio esto: educar a la gente, adaptar los planes a cada región, y dejar de mirar para otro lado. No podemos evitar los desastres naturales, pero sí podemos estar mejor preparados para que no nos vuelvan a agarrar desprevenidos. Porque la naturaleza avisa, pero nosotros a veces hacemos como que no escuchamos.