Opinión
Las quejas del vicepresidente
El vicepresidente de la República, Jorge Glas, se queja de que lo están saboteando en los medios de comunicación, cuando en verdad le han dado una amplia cobertura para su defensa en los últimos días.
Es extraña su queja. No solo porque no se ajusta a la realidad, sino porque resulta contradictoria. Sobre todo cuando él formaba parte muy importante de un régimen, que hizo de la persecución a los periodistas y su ataque permanente a los medios una de las principales actividades polémicas durante los largos diez años que permanecieron en el poder.
Y no solo eso, sino que dictaron una ley de Comunicación que restringe gravemente la libertad de expresión y ha condenado a menudo a periódicos, emisoras y canales de televisión cuando decían algo que disgustaba al Gobierno. A la cabeza, un superintendente convertido en una especie de gran controlador y sancionador.
El vicepresidente Glas ha tenido y, desde luego, seguirá teniendo cobertura en los medios. Porque estos representan una postura que privilegia la libertad de expresión, derecho básico de los ciudadanos que, en esos diez años, han debido autocensurarse para no caer en las sanciones establecidas para complacer a los gobernantes, uno de los cuales era precisamente Glas.