Editorial: Un verdadero líder
Con la elección del nuevo mandatario, los ecuatorianos aspiramos a que haya sido la decisión acertada para tratar de enderezar este país que, al parecer, ya no puede caer bajo y que para rescatarlo necesita de la unión de todos.
Lejos de las preferencias por los candidatos que se disputaron el sillón de Carondelet, de sus ideologías políticas y de todas las maromas que hicieron en redes sociales para captar votos, gran parte de Ecuador ha depositado su confianza en una persona que debe asumir el rol de líder. Pero de uno verdadero, que encabece el inicio de cambios profundos, sin dejar por fuera a todos los sectores, que llame a la unidad, que devuelva la presencia del Estado en territorios históricamente abandonados como Esmeraldas, que no le tiemble la mano para desmontar las estructuras corruptas, que sea el principal defensor de los jubilados y del derecho a un servicio de salud digno para todos.
Un buen liderazgo político incluye habilidades como la credibilidad, la coherencia y la empatía, así como saber gestionar y tomar decisiones en momentos de crisis, y no ‘que le den’ gobernando, como diría nuestra gente.
El éxito del próximo presidente dependerá de su habilidad para manejar al país. Pero si traiciona a los ciudadanos habrá cavado su propia tumba política, porque Ecuador ya no aguanta un nuevo fracaso.