Sigue la violencia
Como cuento de nunca acabar, se repite la historia de terror en la Penitenciaría del Litoral, en la ciudad de Guayaquil. El nuevo amotinamiento, ocurrido el fin de semana, dejó más de medio centenar de muertos y varios heridos. Durante varias horas se pudo escuchar desde fuera de la cárcel y en las urbanizaciones aledañas un ‘concierto de balas’ que parecía no tener final.
El miedo está instaurado en la ciudad. Desde hace varias semanas, una gran cantidad de policías y militares se tomaron las calles del Puerto Principal para hacer batidas, especialmente a las motos, que es el medio de transporte preferido por cierto personal para poder cometer sus fechorías y luego salir ‘al vuelo’. Pero nada parece detener a la delincuencia.
Al presidente Guillermo Lasso se le acabaron las medidas y los decretos, los cuales no lograron su cometido de calmar las aguas. Ahora aboga por el diálogo con los presos, escuchar sus demandas, tratar de llegar a acuerdos y de una vez por todas acabar con este lío.
No podemos acostumbrarnos a vivir en zozobra, ni podemos normalizar que en los colegios, en vez de hacer simulacros en caso de un desastre natural, enseñen a los niños y jóvenes cómo actuar en caso de un atentado. No podemos seguir teniendo miedo ante los semáforos en rojo, o a los limpiaparabrisas agresivos.
Guayaquil empieza a ser una ciudad temida por los turistas, y la ausencia de ellos podría significar una pérdida cuantiosa para el sector turístico y hotelero. No queda más que encomendarnos al santo de nuestra preferencia y esperar que esta pesadilla termine pronto.