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Opinión
Parpadeo entre dos eternidades
El hecho de la semana y de mucho tiempo será, no quepa la menor duda, el linchamiento de las tres personas en Posorja (Guayas).
La incontenible turba dejó en evidencia el poder que tiene una muchedumbre exaltada y, también, lo riesgosas que pueden ser las redes sociales y su incontrolable influencia.
Si en los medios de comunicación las normas deontológicas y los manuales de ética hacen lo suyo para propender por un mejor ejercicio de la profesión, está en mora que las redes sociales tengan algún tipo de autorregulación. ¿Que cómo hacerlo? Esa sí que es, como se dice, ‘la pregunta del millón’.
Sin meternos en aguas profundas valdría que el común de las personas se diera a la tarea de no propagar deliberadamente lo primero que se les antoja. Esto es, ser vaso comunicante de una información que puede ser “fake news” o “falsas noticias” y que puede traer impredecibles consecuencias.
No corren buenos tiempos para dedicarse a publicar o darle tránsito a todo lo que nos llegue a las cuentas sociales.
¿Cuántas cosas que llegan en el mundo virtual no son mentira? ¿Cuánto de lo viralizado no es realmente importante? ¿Cuánto de lo que vemos no es así?
Que una persona sea ‘ajusticiada’ por una muchedumbre enardecida no debe tener el menor aval de nadie. Hay que colocarse en los pies de todos, de los buenos, de los malos, sin excepción.
FRASE: ¿Qué es la vida? Un parpadeo entre dos eternidades.