Opinión
Pasear en bus, una aventura
Embarcarse en un bus del servicio urbano de Guayaquil es una aventura, inolvidable para quien no ha estado acostumbrado a hacerlo.
Embarcarse en un bus del servicio urbano de Guayaquil es una aventura, inolvidable para quien no ha estado acostumbrado a hacerlo. Por lo general el bus va lleno, pero el rato menos pensado se queda semi-vacío, pues muchos ocupantes van a un sitio de trabajo o estudio o a realizar alguna diligencia.
El chofer alerta: Seguimos, acomódense que Sí hay asientos...Después de unos minutos se detiene y dice “paradero de la H, los que se quedan por aquí...”. Al lado mío iba una señora, y le pregunto ¿Paradero de la H ...? Ella sonríe y me responde es una broma del conductor porque de aquí hasta más adelante hay personas que, obviamente, a escondidas venden “la H” a menores escolares y también a mayores”.
Pregunté de inmediato: ¿No hay control?
-Sí, pero los malandrines se las ingenian para esconderse, cambiarse de lugar y ya conocen a sus “clientes”.
-Y agrega: Una generación juvenil está en peligro. E insiste que hay batidas, pero que los expendedores se las ingenian para ofertar su veneno...
Insisto en preguntar si los padres conocen del problema y no colaboran...La respuesta es “Sí saben y tratan de colaborar, incluso hay madres que encadenan a sus críos a las camas para que no salgan... Pero el mal sigue activo”.
Necesitamos asesores y hospitales para afrontar al mal que escoge precisamente a los más vulnerables, que son los menores.