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Diario Extra Ecuador

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Aristófanes decía que el amor es el sentimiento más grande que tiene el ser humano y que nada se puede comparar con el placer de sentirlo. De la duda a la certeza hay un espacio, un camino ocupado por una energía sagrada, infinita. Nació antes que todo, está ahí inmersa porque solo se la ve con la visión sagrada del espíritu y solo se la puede ver a través de Dios.

El amor es la mejor de las expresiones humanas y Dios es amor, es entrega; nos dio el sol, la luna, las estrellas, el agua, el fuego. Nos dio la Tierra para que broten fértiles las plantas rompiendo la semilla, la espiga, el tronco, los frutos. Nos dio el aire para volar, el agua para nadar, el fuego para amar y decir te amo en rima, en versos, en poesía. Y nos dio a los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos para que los amemos. Nos dio la mujer, lo más bello de la creación, enjambre de dulzura y ternura con su cabello, sus ojos, su nariz, su boca, sus senos, todas dignas de éxtasis y admiración.

Y nos dio un cielo con su propio sol, su propia luna y sus estrellas para inspirarnos y entregarlas al primer amor y a los que provoquen ternura, insomnio, sonrojo, un “me haces falta”, un “mi corazón”.

El amor es todo lo pensado, lo inteligente, al no saberlo definir Fromm lo convierte en cultural y científico, Buscaglia lo convierte en cátedra. Los sacerdotes y doncellas lo mistifican pero quienes lo entienden más son los que piensan con el corazón, con el alma, como algo que se lo siente y no se lo ve.

Es todo y nada a la vez, es la sensación más bella y placentera que solo a Dios se le podría haber ocurrido inventarlo para demostrar su poder y su ternura.

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