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Opinión

El soldado desconocido

Ilaquiche no es un apellido común. Tal vez muchos no lo habrían ni escuchado si no fuera por la fatalidad, cuando se supo que al parecer el cuerpo de Wilson estaría en una morgue de Tumaco, en Colombia, luego de ocho meses de haber desaparecido. Su historia es difusa.

Se dice que lo vieron por última vez el 12 de mayo de 2018 en un bar de la parroquia Tobar Donoso, a donde supuestamente se dirigió luego de salir de su destacamento militar. Su misión era vigilar la frontera norte, zona caliente donde mandan los grupos irregulares, el tráfico de drogas y otros delitos. Sin embargo, por esos días la muerte de varios militares ecuatorianos y la noticia del asesinato de tres periodistas en manos de alias Guacho tenían al borde del colapso a las autoridades nacionales. Tal vez por eso nadie se acordó del soldado Ilaquiche, solo sus familiares, que tocaron todas las puertas posibles buscando ayuda para encontrarlo.

Decían que había desertado del Ejército, pero nada en concreto. Sin embargo, los Ilaquiche traspasaron la frontera para exigir respuestas. Casi un año después, su madre cree haberlo encontrado en tierras lejanas, gracias a los tatuajes que tenía en sus brazos. Casi nada se supo de las diligencias que aparentemente hicieron las autoridades nacionales para resolver el caso.

Se presume que también fue víctima de la disidencia, que en esa época hacía de las suyas en el territorio. Ojalá los Ilaquiche puedan saber la verdad, pero su incansable labor será recordada como ejemplo de amor y perseverancia.