Jerusalén ha sido considerada como ciudad sagrada en cuyas celebraciones religiosas tradicionales participan con sus propios cultos creyentes cristianos, judíos y musulmanes. Por ello se ha buscado alejar todo interés político impidiendo, sobre todo que, tal como lo han venido pidiendo los gobernantes de Israel, se la confirme como capital de dicho Estado. Y por eso las naciones del mundo tienen sus embajadas en Tel Aviv.

Pero la decisión del presidente norteamericano Donald Trump de trasladar la embajada de los EE.UU. a esta urbe santa ha conmocionado al mundo y ha provocado fuertes protestas y hasta amenazas de gobiernos, sobre todo árabes con creencia musulmana, que opinan que el mandatario ya ha procedido en otros asuntos con resoluciones que llevan al enfrentamiento y a la división entre los pueblos, como por ejemplo el proyecto de levantar una larga muralla en la frontera con México, lo cual ha conseguido echar más leña o combustible al fuego, esta vez dentro de la permanente tensión que existe entre judíos y musulmanes, sobre todo.

Las amenazas de una reacción musulmana llevan a la preocupación mundial de que el terrorismo llegue a los más peligrosos resultados.