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Los deepfakes son capaces de imitar expresiones y voces humanas con gran realismo.Gemini

Deepfake: qué es y cómo reconocerlo antes de caer en una trampa digital

Estas falsificaciones digitales son una herramienta de manipulación en rápido crecimiento

En pocos años, los deepfakes dejaron de ser una novedad tecnológica para convertirse en un verdadero desafío a la seguridad digital. Estas falsificaciones creadas con inteligencia artificial pueden imitar gestos, voces y hasta expresiones faciales con un realismo inquietante. Lo que comenzó como un experimento en el ámbito del entretenimiento hoy impacta en la política, las finanzas y la vida cotidiana.

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El término surge de la combinación de deep learning (aprendizaje profundo) y fake (falso). Básicamente, un sistema informático recopila imágenes, grabaciones o patrones de voz, los analiza y después los reconstruye en un nuevo archivo que parece auténtico. Con ello se logra que alguien aparezca diciendo o haciendo cosas que en realidad nunca sucedieron.

El experto en análisis forense digital y pionero en detección de deepfakes, Hany Farid, explicó durante un podcast con TRM Talks que hoy, con apenas 15 a 20 segundos de audio, es posible clonar la voz de una persona mediante servicios accesibles y económicos

También advirtió que la tecnología ha avanzado tanto que detectar estos archivos se ha vuelto extremadamente difícil para el público en general, lo que convierte al deepfake en una amenaza latente para la seguridad digital.

Cómo funcionan los deepfakes

La clave está en el uso de algoritmos de inteligencia artificial capaces de reconocer rasgos, expresiones y tonalidades. A partir de grandes volúmenes de datos, el sistema aprende a replicar una cara o una voz hasta volverla prácticamente indistinguible de la real. Existen variantes como los deepfaces, que manipulan rostros, o los clones de voz, que permiten generar llamadas completas imitando a una persona.

Existen diferentes métodos de creación. Uno de los más conocidos es el uso de redes generativas antagónicas (GAN), en las que un algoritmo genera la imagen falsa y otro la somete a pruebas hasta perfeccionarla. 

También hay programas simplificados que, con apenas unas fotos, pueden producir un resultado convincente. Cuanto mayor es la cantidad de material de referencia disponible, más realista será la falsificación.

Los deepfakes combinan inteligencia artificial y edición para crear falsificaciones realistas.Ctrl shift face / YouTube

¿Para qué se usan los deepfakes?

Los usos son tan diversos como preocupantes. En el ámbito político, ya se han creado videos manipulados de líderes diciendo frases nunca pronunciadas, con el fin de influir en la opinión pública o generar desinformación durante elecciones. En el sector financiero, los fraudes con voces clonadas han intentado autorizar transferencias o engañar a empleados de bancos.

El campo más polémico sigue siendo el del contenido pornográfico falso, donde se insertan rostros de personas famosas o anónimas en videos sin su consentimiento. Esto no solo constituye un grave daño a la imagen y la privacidad, sino que puede derivar en chantajes y ciberacoso. Además, los deepfakes se usan para crear identidades ficticias en redes sociales, manipular conversaciones o ejecutar estafas en línea.

Consejos para detectar y evitar caer en un deepfake

Identificar un deepfake no siempre es sencillo, pero existen señales de alerta. Entre las más comunes están los parpadeos irregulares, labios desincronizados, movimientos extraños en los ojos o iluminación poco coherente con el entorno. 

En el caso de los audios, suelen notarse pausas artificiales, entonaciones forzadas o cambios de ritmo poco naturales.

Expertos como John Villasenor, investigador que se centra en la regulación y riesgos de la inteligencia artificial aplicada a falsificaciones digitales, señaló durante el podcast Brookings Cafeteria que es fundamental desarrollar un hábito crítico frente a lo que consumimos en internet.

Recomienda verificar siempre la procedencia de cualquier video, imagen o audio y desconfiar de contenidos que generen reacciones emocionales inmediatas. También aconseja apoyarse en herramientas de detección que analicen inconsistencias técnicas, así como en el contraste con fuentes oficiales y medios confiables. 

Para él, “ver ya no equivale a creer”, y solo una combinación de conciencia pública, verificación constante y responsabilidad de plataformas digitales puede frenar el impacto de estas falsificaciones.

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