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Caso Cabrera: la historia del hombre que hizo llover dólares en Machala

Sorprende que luego del sonado caso Cabrera, un sector de la población aún crea que es posible que una inversión pague intereses fuera de la norma. Para ellos, EXTRA comparte una adaptación de una reseña publicada en noviembre de 2005

Notario Cabrera
La muerte del notario segundo de Machala José Javier Cabrera Román puso al descubierto un negocio con tentáculos insospechados que habría infiltrado a gran parte de la sociedad.Archivo

El juego piramidal, de un supuesto "fondo de inversión" del que se conoce en Quevedo (Big Money), no es nuevo en Ecuador. El célebre notario Cabrera lo instauró en Machala por casi trece años y solo acabó con su muerte en 2005. Creó y accionó ese singular modelo de captación de dinero de inversionistas ingenuos, que fueron engañados por ese sistema peculiar de inversión y pago de intereses.

Sorprende que luego del caso Cabrera y otro tipo de engaños, un sector de la población aún crea que es posible que una inversión pague intereses fuera de la norma. Para  quienes eran pequeños cuando sucedió este caso en Ecuador, nacieron después o simplemente tienen problemas de memoria, EXTRA comparte una adaptación de una reseña publicada en noviembre de 2005:

En Piñas, población distante una hora de Machala, dicen que el apuesto José Javier galanteaba inclinándose de pecho ante las chicas que pasaban frente a su casa, un caserón de madera en lo alto de la colina del barrio Central, sobre la conjunción de las calles Loja y García Moreno.

"Nada de las vulgaridades que le dicen hoy los hombres a las mujeres", conto en 2005 a EXTRA una septuagenaria, que recordaba, frente a su casa, la elegante coquetería de la que alguna vez fue objeto por parte de aquel joven de 1,76 metros de estatura, colorado y de ronca voz, "como de locutor de radio". 

Esas mismas mujeres que lo conocieron cuando apenas era un estudiante, parecieron morir con él, el 26 de octubre de 2005. Mientras que los perjudicados, por noviembre del mismo año, ingresaron al camposanto Parque de la Paz, de la capital bananera, y armados de palas y barras hicieron saltar la tapa de la tumba que guardaba el cadáver de quien fuera, durante 40 años, el notario segundo de Machala. 

Quienes profanaron su tumba, aguijonearon su cara con pullas y varillas de hierro, le prensaron la nariz y la cara para extraer trozos de carne con el fin de someterlo a análisis para comprobar que en realidad era él y no un muñeco como sospechaban, son los mismos que durante casi una década, tan puntuales como las ganas de comer, fueron a dejarle arrumes de dólares hasta su oficina de notario, en el tercer piso de un modesto edificio en pleno centro de Machala. 

A sus clientes, que los tenía hasta de Perú, Chile y Colombia -del que dicen llegaban cada mes entre 3 y 4 millones de dólares en sacos de yute- los atraía, no con inclinaciones de pecho como solía hacerlo con las chicas recatadas de Piñas, sino con el ofrecimiento de intereses de hasta del 10 %, dineros que cancelaba por adelantado a quienes le dejaban en concesión el producto de sus ahorros, préstamos e hipotecas. 

Todo a vista y paciencia de autoridades, incluidos alcaldes, militares y muchos religiosos que fueron a confiarle los diezmos de sus parroquias. ¿Cuánto? Muchos dijeron que 100 millones de dólares al mes. Otros que 75. Cálculos más conservadores señalaron de 40. 

Aunque a un mes de su muerte se registraron 8.000 perjudicados, el monto de lo que se movía y el número de beneficiarios será difícil determinar con exactitud por una razón un tanto cínica: el negocio, aunque conocido por todos -incluido el alcalde, la Superintendencia de Bancos y los organismos de seguridad- era clandestino. 

¿Un complot? A la confusión generada contribuyó, y mucho, el hecho de que las oficinas del extinto notario fueran violentadas, el viernes 11 de noviembre, por un grupo de militares que actuaban, al parecer, bajo órdenes concretas y superiores. 

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El objetivo de esa revuelta, que obligó al Gobierno a decretar el estado de emergencia, era generar caos y confusión para sustraer, no solo grandes cantidades de dinero -un millón de dólares, se afirma- sino información. De hecho, circuló la versión de que muchos documentos, al igual que los discos duros de algunas computadoras, habían sido sustraídos aprovechando el caos reinante en el que hasta billetes volaron por los aires arrojados desde el cuarto piso del edificio notarial. ¿Por qué? ¿Quiénes? Se dice que en las listas figuraban nombres ilustres. 

Cabrera llegó a manejar hasta 800 millones de dólares de miles de ahorradores, entre los que aparecieron altos funcionarios de gobierno, de la administración de justicia, militares y policías. Su estafa se prolongó al menos durante 13 años.

SALIDO DE PIÑAS

Pepe, como lo llamaban en Piñas, era hijo del lojano Luis Cabrera y de doña Rosa Román, importantes finqueros de la región. Fue descrito como "simpático y muy sociable". Aunque desde muy joven emigró a España, donde hizo estudios de jurisprudencia en universidades de Oviedo y Salamanca, a Pepe lo recuerdan en Piñas porque durante las vacaciones, que prefería pasar allí antes que en otro lugar, nadie quería perderse una charla suya: "sabía de todo, pero su tema predilecto era la política". Ni la gente de la plaza de mercado olvida a los Cabrera Román, menos luego de la estafa.

DE SALAMANCA A MACHALA

A su regreso de España, el doctor José Javier Cabrera Román se instaló en Quito. De ahí, a comienzos de los 60, volvió a El Oro. En Machala se desempeñó como notario desde 1965 hasta su muerte, a los 71 años, ocurrida en la madrugada del 26 de octubre bajo los efectos de un peligroso coctel de viagra, cocaína, whisky y sexo en una tibia habitación del hotel Mercure, en Quito. 

Cabrera, además, fue consejero permanente de la Unión Internacional de Notarios y presidente de la Federación Ecuatoriana. Para nadie, sin embargo, era un secreto que la financiera fantasma de Cabrera funcionaba desde hacía muchos años en la misma notaría, violando la Ley Notarial. 

HOMBRE DE BAJO PERFIL

Cabrera Román, a decir de quienes lo conocieron, era dueño de una personalidad difícil. "No le gustaba figurar. Era más bien un hombre de bajo perfil", confesó su relacionista público por años, Alberto Chávez Cruz, en una entrevista con EXTRA, en 2005. 

Sus beneficiarios, los mismos que intentaron sacar del cementerio su cuerpo para arrastrarlo por toda la ciudad, son los mismos que repetían, entre sollozos, que Cabrera era un benefactor: "ningún banco local ha hecho tanto por los pobres como él".

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EL DESFILE MILITAR

El dinero a raudales del notario no solo sirvió para pagar la hipoteca de centenares de casas en distintas provincias de Ecuador. Muchos le deben la adecuación de sus viviendas, la compra de negocios y de vehículos, en un círculo vicioso que cobijó a toda una sociedad. Incluidos los militares, sus mayores beneficiarios.

Incluso, días después de su muerte, circularon centenares de panfletos en Machala donde se hizo público los millones de dólares que Cabrera Román tenía en depósito en la Cooperativa de Ahorro y Crédito 29 de Octubre Ltda., cuyos socios eran miembros retirados de las tres ramas del Ejército. 

Según el volante, el desaparecido notario tenía un saldo, al 31 de octubre, de 887 millones 188.407 dólares. Aunque muy pronto su gerente general, Edwin Carlos Egüez Lopera, desmintió la información y dijo que en la cooperativa no figuraba ninguno de los miembros de la familia Cabrera.

NADIE SE ATREVÍA A RETARLO

En vida, nadie se atrevió a retar a Cabrera Román, excepto Gustavo Daniel Calvopiña, director y propietario de la emisora Radio Fiesta, cuyas instalaciones fueron apedreadas por las turbas.  Muchos acusaron a Calvopiña "de la caída del negocio de los Cabrera". Desde sus micrófonos advirtió el lavado de dólares de los Cabrera.

Fue él quien, el 7 de noviembre, anunció la salida del país hacia EE.UU. de Carolina Monserrat y José Manuel Cabrera Gallardo.

EL VIAJE FINAL

El lunes 24 de octubre, a las 4:30 de la madrugada, Cabrera Román tomó un taxi de la empresa Oro Guayas para trasladarse de Machala a Guayaquil, donde se embarcó en avión a Quito, para asistir al congreso de notarios. Murió de un infarto la madrugada del 26.

La muerte del notario segundo de Machala José Javier Cabrera Román puso al descubierto un negocio con tentáculos insospechados que habría infiltrado a gran parte de la sociedad.