“Toca ponerle alegría a estos tiempos de chirez y preocupación por la delincuencia”, indica Jorge López, ciudadano de 40 años, quien acudió hasta la Bahía, corazón comercial de la urbe porteña.

A dos cuadras de él aparecieron Carlos Hurtado y su esposa, quienes viven en España, pero llegaron hace cuatro meses al país. Piensan pegarse una farra en una fiesta de disfraces en Montañita. “Diana ya tiene su traje de diabla y yo busco el mío, soldado”, por eso se acercan al puesto de doña Irma Cedillo, de 85 años, quien hace más de dos décadas está ubicada en las calles Manabí y Eloy Alfaro.

“Esta semana he vendido de 10 a 15 máscaras. Tengo de todo precio, las baratas en 3 dólares y las más caritas en $10, pero se puede negociar, pues a una la puedo dejar en 2 dólares y la otra, mínimo en 8”, señala la comerciante informal, quien no solo corre a vender sus productos, sino también se identifica... ella ha participado en la Carrera Expreso por tres ocasiones, quedando en segundo y tercer lugar. Compitió hasta sus 77 primaveras; asimismo, admite que en su percha no puede faltar su diario favorito, EXTRA.

Llegamos hasta un quiosco, en Ayacucho y Chimborazo, el cual vende disfraces todo el año. Su propietaria, Karina Aquino, de 46 años, dice que los trajes más pedidos son los del Juego del Calamar. Los precios varían de $ 20 a $ 16, según la talla.

Sorpresas en el camino

Y aunque no nos fuimos al Muy Muy Muy Lejos (localidad en la que vive Shrek), en pleno Sucre y Chimborazo nos topamos con un ogro guayaco, quien con su disfraz promociona los productos de la importadora y distribuidora en la cual ‘camella’. “Dieciocho personas me han parado para tomarse una foto conmigo. El año pasado me vestí de bailarina exótica, se lo perdieron”, expresa.

Y un militar hizo un alto al estado de excepción para comprarle su disfraz a su hija. Él fue a Sucre y 10 de Agosto y asegura que festejará el Día del Escudo y Halloween.