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Niño que se quemó durante evento deportivo aún sufre las secuelas de la tragedia: “No puede ver ni una hornilla prendida"

Ya está en casa, pero requiere tratamiento médico y psicológico. Se le chamuscó el cabello, las pestañas y perdió los lentes. Necesita ayuda.

Mathías Emanuel recibe el amor y los cuidados de su madre. Ella dejó de trabajar.
Mathías Emanuel recibe el amor y los cuidados de su madre. Ella dejó de trabajar.CHRISTIAN VASCONEZ

Las huellas de la tragedia, ocurrida el pasado 14 de octubre, en una unidad educativa de Durán, durante un evento deportivo, no solo están marcadas en la piel de Mathías Emanuel, un niño de 11 años, quien resultó con quemaduras de segundo y tercer grado. Su corazón y su mente guardan sigilosamente cada detalle de aquella tarde y aniquilan su tranquilidad.

Su madre, Lorena Oleas Yagual, cuenta el padecimiento que ha vivido durante 32 días, luego de que el fuego de una tea olímpica contaminará el cuerpo de Mathías. El niño presenta quemaduras en el rostro, cuello, abdomen, en el brazo y en la oreja izquierda.

Además del armamento, los uniformados encontraron un silenciador de fabricación artesanal.

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“Estaba en mi trabajo cuando la profesora me llamó por teléfono para avisarme lo que había ocurrido en la escuela. A mi hijo lo eligieron de último momento para que junto a otros dos niños corrieran con la antorcha. Mathías y otra niña escoltaban a un compañero, quien llevaba la tea. Él resultó con quemaduras más graves”, recuerda la señora, mientras con las yemas de sus manos coloca las cremas que ayudan a su niño a curar las cicatrices que le dejó una tarde deportiva.

26 días permaneció hospitalizado Matías Emanuel.

Manifiesta que durante los primeros días de hospitalización Mathías estuvo una semana sin ingerir alimentos porque el fuego también provocó laceraciones en su estómago.

Con cremas Lorena cura las lesiones de su hijo. Las heridas aún le provocan dolor.
Con cremas Lorena cura las lesiones de su hijo. Las heridas aún le provocan dolor.CHRISTIAN VASCONEZ

Desde que ocurrió el accidente, Lorena ha vivido momentos de angustia y zozobra, ya que no sabía cómo cubrir los gastos médicos. “Gracias a Dios tuvimos ayuda de la Gobernación del Guayas. Mi niño estuvo en el área de quemados del hospital Roberto Gilbert. Aún tenía 10 años cuando le ocurrió esta desgracia”.

Por el infortunio sucedido con el segundo de sus tres hijos, quien el pasado domingo 13 de noviembre recién cumplió los 11 años, la progenitora ha dejado de trabajar, pues su deseo es estar pendiente no solo de la salud física, sino emocional de su niño. La madre labora como comerciante en la Bahía de Guayaquil y en sus ratos libres también ejercía como estilista.

“Mi hijo ha quedado con traumas, no puede ver humo o una hornilla prendida. El primer día en que llegó a la casa (9 de noviembre) estaba cocinando cuando pegó un grito. En mi hogar ya no cocinamos, mi madre es quien nos prepara los alimentos. Gracias a Dios ella vive cerca. Ahora recibe tratamiento psicológico. Le digo que no se rinda, que la vida es de lucha y de sacrificios, que todos cometemos errores y que no podemos llenarnos de rencor, que hay que seguir adelante”, menciona.

La directora de la escuela de educación básica Pablo Sandiford Amador, ubicada en el cantón Durán, así como una docente de la institución, fueron suspendidas de sus cargos por ser las responsables de la organización de las olimpiadas escolares. 

Confiesa que para llevar a su niño a las consultas médicas necesita tener mínimo 10 dólares en su bolsillo, ya que por su condición de salud no puede movilizarlo en bus.

Sin respuestas

La señora manifiesta que tras lo ocurrido con Mathías se acercó a la escuela para pedir una explicación. Sin embargo, la directora y una maestra se echaron mutuamente la culpa y ninguna de las dos aceptaron la responsabilidad. “En la escuela no me dieron una explicación certera de lo que pasó”, acota.

A pesar de la adversidad que vive, el anhelo de Mathías es terminar sus estudios y convertirse en abogado. Sin embargo, su madre indica que anímicamente aún no está preparado para volver a las aulas.

“Me dice que lo abrace, que le coja la mano, que no lo deje solo, le doy palabras de aliento. Comprendo lo que está viviendo y me da pena verlo así. Se le quemó el cabello, las pestañas, y hasta los lentes se le perdieron. Él sufre de astigmatismo (visión borrosa) y de ambliopía (ojo vago), necesita usar lentes. Pido ayuda para mi niño”, expresa.