Un caso de explotación y secuestro en el sudeste asiático ha generado conmoción tras revelarse que una adolescente china de 17 años vendió a su novio a un grupo criminal en la frontera entre Tailandia y Myanmar. La transacción, valorada en aproximadamente 14.800 dólares, convirtió un viaje de pareja en una pesadilla de cuatro meses para el joven de 19 años.

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El afectado, originario de Zhanjiang, en la provincia de Guangdong, conoció a su pareja en un billar. La adolescente logró atraerlo con una imagen de éxito: ropa llamativa, bolsos de diseñador falsificados y la promesa de pertenecer a una familia con negocios en Myanmar. 

La relación avanzó hasta febrero de 2025, cuando el joven decidió invitarla a un viaje a Bangkok, Tailandia. Lo que parecía un plan romántico se transformó rápidamente en un secuestro, según lo recuperan medios internacionales, entre estos el colombiano El Tiempo.

Al llegar a la frontera entre Tailandia y Myanmar, la joven entregó a su novio a un grupo armado que lo mantuvo en cautiverio y lo obligó a trabajar en condiciones de explotación extrema. Durante los cuatro meses que duró el secuestro, el joven fue obligado a trabajar entre 16 y 20 horas diarias en fraudes en línea, recibir castigos físicos constantes por no cumplir con las cuotas de trabajo, raparse y soportar una alimentación insuficiente, lo que le hizo perder cerca de 10 kilos.

El cautiverio dejó secuelas permanentes: la víctima presenta indicios de sordera por los golpes en la cabeza y episodios de paranoia, afectando gravemente su salud mental. La liberación ocurrió en junio de 2025, luego de que la familia negociara con los captores y reuniera el dinero del rescate. Tras recuperar la libertad, el joven regresó a China para recibir atención médica y acompañamiento psicológico.

¿Por qué no se procesa por trata de personas?

Mientras la víctima recibía ayuda, la adolescente continuó su viaje en Tailandia. A su regreso a China, fue detenida por las autoridades y enfrenta actualmente cargos por fraude, pero no por trata de personas, debido a vacíos legales en la legislación china. Este caso evidencia cómo los jóvenes pueden ser víctimas y, al mismo tiempo, involucrados en delitos complejos.

Este incidente se suma a otros reportes de organismos de derechos humanos que alertan sobre redes criminales en la región fronteriza entre Tailandia y Myanmar. En estos enclaves, grupos armados captan personas jóvenes para explotarlas en estafas digitales, reteniéndolas contra su voluntad y sometiéndolas a jornadas laborales extenuantes. Las víctimas provienen de distintos países asiáticos y quedan atrapadas en economías ilegales con pocas opciones de escape.

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