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Diario Extra Ecuador

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¡Bomba casera lo marcó para siempre!

Édgar Ponce Loor no olvida las huellas que le dejó hace 9 años el ataque que le hicieron cuando iba en una motocicleta. ¡Nunca hubo culpables!

Instante en que la motocicleta y policía Édgar Ponce Loor se incendian. Tenía 22 años.

Instante en que la motocicleta y policía Édgar Ponce Loor se incendian. Tenía 22 años.Fotos: Anny Bazán y archivo / EXTRA

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Han transcurrido 9 años y la tragedia sucedida la mañana del miércoles 24 de marzo de 2010 aún se mantiene intacta en la memoria y el corazón del policía Édgar Enrique Ponce Loor.

Ese día le lanzaron una bomba incendiaria de fabricación casera (bomba molotov) a la motocicleta que conducía. Prendió en llamas. Las cicatrices que lleva hoy en su cuerpo reflejan la desgracia padecida por ese hombre que se niega a darse por vencido por este hecho criminal que quedó en la impunidad.

SU VIDA HOY

Édgar es oriundo del cantón Calceta, provincia de Manabí, y tiene hoy 31 años. Sentado en la sala de su casa, el uniformado revivió con EXTRA esos amargos momentos.

Recordó que el día del ataque custodiaba los alrededores de la Universidad de Guayaquil cuando en una manifestación de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), que se tomaba las calles aledañas al claustro universitario, lo atacaron inmisericordemente.

Un grupo de uniformados, entre los que se contaba, debía controlar los posibles desmanes de los alumnos que exigían la liberación de un estudiante detenido días antes en Quito.

De pronto, estudiantes enardecidos utilizaron otras ‘armas’ para protestar. Comenzaron a lanzar bombas caseras.

Él llevó la peor parte. “El explosivo cayó unos metros antes y él alcanzó a cruzar”, recuerda al referirse a uno de sus compañeros que se salvó. Su superior les había recomendado tener cuidado.

La manifestación siguió y el grupo de policías asignados debía seguir su ronda. De pronto, una piedra golpeó el tanque de combustible de su motocicleta. Ponce continuó su recorrido. A los 10 minutos observó que, otra vez, le lanzaban un objeto. “Pensé que era una piedra y, por eso, no me detuve”, recuerda.

Esta vez el criminal acertó y la bomba incendió la moto. “Fue cuestión de segundos, no me dio tiempo de nada”, enfatiza.

Ponce mencionó que, pese al infortunio, contó con suerte. “Gracias a Dios no explotó la motocicleta, seguramente habría muerto y hoy no podría disfrutar de mis hijos, de mi esposa, de mis seres queridos”, manifiesta.

El explosivo provocó la tragedia: “se me regó toda la gasolina y me prendí en llamas, recuerdo que cuando estaba en el piso, aún los estudiantes me tiraban piedras, (pero) unos compañeros me auxiliaron”.

Él policía recordó que fue un oficial a cargo del grupo quien apagó con sus manos las llamas que envolvían su cuerpo. Le sacó el casco, mientras que otros compañeros lo protegían y le decían que corriera para salvar su vida.

“La actitud de los mal llamados ‘estudiantes’ era irracional. Ese día yo fui el otro lado de la moneda. Cumpliendo mi trabajo estuve a punto de morir”, mencionó el uniformado, quien desde hace tres años presta sus servicios en la garita del Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forense de Guayaquil.

Manifiesta que cuando un estudiante va a una manifestación, no piensa en las consecuencias al lanzar una piedra o una bomba molotov y que incluso hay casos de policías fallecidos.

“Un estudiante puede participar en una manifestación violenta con los riesgos que conlleva, o en una pacífica, donde no va a pasar nada”, destaca.

Por el ataque, Ponce fue llevado a un hospital. Allí permaneció más de un mes, de estos dos semanas estuvo en terapia intensiva. Tenía quemaduras de tercer y cuarto grado, en las piernas y brazos. Perdió el 30 % de la visión, por lo que ahora debe usar lentes.

El fuego también lo dejó con hipersensibilidad en la piel, especialmente en las zonas quemadas. Sufre de la presión arterial y, por la caída de la motocicleta, tuvo una hernia en la columna, por lo que tuvo que ser operado.

¡NADIE RESPONDIÓ!

“Yo entre bueno y sano a la Policía. Pero sé que debo salir adelante por mis hijos, por mi esposa, ellos han sido mi apoyo”, resalta.

Édgar menciona que, a pesar de que la agresión quedó grabada en vídeos, nadie fue procesado.

“Se lavaron las manos, detuvieron a unos alumnos, luego los dejaron libres, sin embargo, yo había podido morir”, se lamenta.

La ayuda prometida tampoco llegó. “El Gobierno de aquel entonces prometió cubrirme el tratamiento, pero yo terminé comprando mis cremas. También me ofrecieron una cirugía en Cuba, pero nunca se dio, ya las cicatrices no me causan efectos, aprendí a vivir con ellas”, resaltó.

Ponce confesó que por su cabeza nunca cruzó la idea de abandonar la institución. “Soy policía por convicción, mi padre fue policía, llegó a sargento primero, mi hermano gemelo es cabo de las Fuerzas Armadas del Ecuador”, asegura.

En aquel entonces, Égdar pertenecía al escuadrón motorizado. Hace casi un año hizo el curso para agente investigador en la Policía Judicial “porque ni las cicatrices, ni los malos recuerdos me han arrebatado mis aspiraciones”.

Como policía desea seguir sirviendo a la ciudadanía. Ya no culpa a nadie. Recuerda las palabras de su padre: “Mijo, no dejes que esto trunque tu carrera, tus sueños”, incluso él tiene una herida por un procedimiento”, comenta.

EXCLUSIVA:

Las gráficas del policía quemándose fueron exclusivas de este medio de comunicación. El fotógrafo realizaba la cobertura de la manifestación.

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