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Brandon, un joven solitario, que ya no quiere volver a la calle

Un joven fue rescatado de la indigencia por una mujer, en Quito. Su única familia era una manada de perros. Ahora lucha por rehabilitarse  

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Durante años no tuvo más compañía que sus perros.Cortesía

Una manada de perros era todo lo que Brandon tenía. Aunque él pasará hambre, jamás permitió que sus compañeros de cuatro patas fueran a dormir con la pancita vacía. Ocho canes, todos rescatados por él, se convirtieron en la familia del chico, de 25 años, durante la década que vivió en las calles del Centro Histórico de Quito. Una mala jugada del destino lo puso en ese lugar. A más de mil kilómetros del Medellín, Colombia  (tierra que lo vio nacer) perdió a su madre y poco a poco cayó en un abismo de soledad, vicios y dolor...

Apenas tenía siete años cuando llegó a la capital ecuatoriana. Iba de la mano de mamá, a la que ayudaba a fabricar artesanías que luego vendían para obtener ingresos.

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Cuando ella murió todo se tornó sombrío para Brandon, quien encontró en el licor el anestésico perfecto para sus días de hambre y frío. Sin embargo, aunque su estado de pobreza era extremo, los animales de la calle siempre fueron su debilidad. No podía verlos sufrir.

Sus únicos amigos

La ‘Negra’ es su más grande amor. La encontró desprotegida, la limpió, la alimento y desde ese instante, no se separa de su lado.

El rescate de ‘Satán’, otro de sus protegidos, fue un poco más complejo. “Lo tenia un borracho y yo vi que en vez de darle comida le quería dar trago. Le quite la botella y la lancé. Saque mi bolsa de pepitas (balanceado para canes) y se las di. Desde ese momento me empezó a seguir”, narra Brandon.

Salvar la vida de un perro siempre ha sido la prioridad del extranjero, incluso poniendo en riesgo su propia seguridad. Como aquella vez en que vio a una persona arrojar un perro en un contenedor de basura. Segundos después, el vehículo recolector (de esos que toman todo el contenedor) pasó por la ruta. “Me subí como pude para sacarlo”, narra. No hay nada que Brandon no hicieron por ellos. “Son mi familia, todo lo que tengo. Dónde yo estaba ellos también, donde yo comía, ellos también”, agrega.

Un golpe de suerte

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Gabriela lo invitó a cenar y se ofreció a ayudarlo.Cortesía

Corrían los primeros días de noviembre, Brandon deambulaba por una de la plazas del centro de Quito cuando Gabriela Mantilla lo vio. La creadora de refugio animal Salvando Lanitas estaba en una actividad para reunir fondos para la organización. De apronto, se percató de la manada que seguía al muchacho. “Me conmovió que pese a su extrema pobreza, sus perritos estaban gorditos y él les hablaba con cariño.... Me acerqué, le dije que era un ángel y que su vida iba a cambiar”, describe Mantilla.

Esa vez, la joven solo pudo regalarle unas placas de identificación para los peludos, pero le ofreció que se verían dos días después.

En el lugar acordado, Brandon la esperaba con sus protegidos. Ella le llevó un quintal de balanceado para los canes y lo invitó a cenar.

Cuando Brandon le dijo que ya no quería seguir viviendo en la calle y que lo ayudara, Gabriela no tuvo corazón para negarse a su pedido. Buscó un centro de rehabilitación que lo acogiera. Allí, entregó quintales de arroz, azúcar, papa, una caja de aceite, implementos de aseo y ropa para que lo recibieran sin pagar el tratamiento. “Hicimos mucho esfuerzo para juntar todo. Le pedían dos mudaditas de ropa, pero llevamos muchas más”, explica.

En ese centro, ubicado en el oriente de Quito, el chico fue ingresado. Solo su perro ‘Satán’ pudo acompañarlo, mientras que los demás estaban al cuidado de Gabriela o en hogares temporales. Al mes, cuando ella fue a visitarlo, el reencuentro entre ‘Negra’ y Brandon fue enternecedor.

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El reencuentro entre el chico y sus perros fue muy conmovedor.Cortesía

Sin embargo, dos días después la magia desapareció, cuando el chico llegó semidesnudo a la casa de Mantilla, ubicada en el sur de la ciudad. “Caminé todo el día, entre a una panadería para pedir algo de comer”, narra.

Gabriela quedó devastando cuando lo vio llegar en esas condiciones. El centro de rehabilitación había sido clausurado y ni una camiseta le entregaron al muchacho.

Empezar desde cero

“No tuve corazón para dejar que vuelva a la calle, lo lleve a mi casa”, cuenta Gabriela, quien busca desesperadamente otra vivienda para arrendar. En la que hoy reside, junto a su esposo, su hijo y ahora Brandon, tienen varios problemas con la propietaria y prefieren alejarse del lugar. Todo esto mientras continúa la rehabilitación del chico y el rescate de otra animalitos abandonados a los que Mantilla les busca hogar. “No sabemos qué pasó en el lugar. Brandon llegó golpeado y con los dientes flojos”, precisa.

Ambos han dejado el pasado atrás y solo buscan continuar con la recuperación física y emocional del joven. Gabriela encontró para él otro centro de rehabilitación en el que recibe terapia, mientras tanto ella continúa con el rescate de animalitos abandonados. Si usted puede aportar para que cambie su realidad u ofrecerle un trabajo, comuníquese al número de teléfono 098-253-0895.

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Gabriela siente mucho cariño por el joven. Continúa ayudándolo.Cortesía
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