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Diario Extra Ecuador

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Huyen del ‘cuerpeo’ para convertirse en chamanes

Tener sexo los puede enloquecer y hasta matar, según aseguran los tsáchilas, ya que su proceso espiritual los llena de energía y podrían colapsar durante el acto.

Byron sigue las tradiciones para convertirse en un gran chamán Tsáchila.

Byron sigue las tradiciones para convertirse en un gran chamán Tsáchila.Evelyn Centeno / EXTRA

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Cuando Raúl Aguavil, reconocido chamán tsáchila, atravesaba su adolescencia y juventud, su padre le espantaba a las chicas que se interesaban por él. Las jovencitas tsáchilas eran advertidas de que no se le debían acercar porque estaba en proceso de ser chamán y no podía tener relaciones sexuales.

“Mi papá era celoso. Siempre me cuidaba más que a una mujer porque estaba en el aprendizaje y ahí no puedes tener novia o mujer. Puedes morir o enloquecer debido a la energía que se acumula en el cuerpo”, recuerda Raúl, que ya tiene 55 años y ahora ve la vida como algo que fluye de manera más suave.

Pero en aquella época, aterrado ante la posibilidad de perder la razón o la vida, Raúl cumplió con la tradición y no tuvo una pareja hasta después de completar su objetivo: ser un chamán tsáchila.

TODA UNA VIDA

A los ocho años, empezó ayudando a su padre en las consultas. Así adquirió conocimientos esenciales de plantas medicinales y limpias energéticas.

Pero luego ya tuvo que tomar su propio rumbo, crear su consultorio y su altar, donde también tenía su cama para descansar por las noches. Su cabaña estaba alejada de la casa que toda la familia compartía, porque así lo determinaban las antiguas costumbres.

Pernoctar solo, a escasos metros de los implementos de curación, fortaleció su carácter y espiritualidad. Allí pasó horas y horas de intensa meditación, veía la noche convertirse en día y viceversa. Entonces solo consumía líquidos para que su cuerpo se mantuviera ligero. No podía tomar ají, maní o carne de cerdo, entre otros, porque contaminaban su sistema.

También debía cosechar el plátano tierno, un alimento básico de la etnia, por la mañana, cuando su flor apuntaba hacia el sol naciente. El objetivo era llenarlo de energía y que fuera consumido por el aspirante a chamán. Al ser tan tierno, el fruto no contenía mucha sal ni azúcar, perfecto para mantener su cuerpo balanceado.

Todas estas peculiaridades tenían mucho que ver con una de las prácticas constantes de los chamanes: el consumo del nepi o ayahuasca. Dentro de la nacionalidad, esta planta está considera como sagrada porque permite a los sabios, a través de visiones, conocer el futuro.

Raúl manifiesta que la bebida obtenida con ella es muy poderosa y celosa, por lo que debe ser ingerida con mucho cuidado y respeto o, de lo contrario, puede traerle consecuencias graves. Por eso ellos deben tener su mente y cuerpo limpios, para evitar estragos.

Este experto indica que un aspirante no solo tiene que cumplir con todas estas especificaciones, sino también desarrollar habilidades emocionales y receptoras, contar con “un corazón compartible”.

Cuando recibe a sus pacientes, él siente como propios su dolor y tristeza. La empatía y los saberes ancestrales le han permitido conocer a fondo a una persona solo con ver sus manos. Y se llena de alegría, al igual que sus visitantes, cuando los ayuda a mejorar.

Todos sus sacrificios valieron la pena. Siempre supo que quería ser chamán y lo consiguió. Pero su proceso no ha culminado totalmente, revela, pues planea en cinco años alcanzar la hazaña máxima de los sabios tsáchilas: la transformación en animal.

Aguavil afirma que sus ancestros, los más poderosos podían pasar de forma humana a animal. Y su anhelo es lograrlo también, como ya hicieran Joaquín Zaracay y Alejandro Calazacón, primera y segunda generación de chamanes respectivamente.

Según ha aprendido de los relatos de sus abuelos y padres, ambos eran los chamanes más poderosos de su nacionalidad. Por eso todos les guardaban profundo respeto y hasta temor: “Solo con mirar a una chica, la madre o el padre sabían que la querían y ellos mismos se la entregaban. Porque era un honor y, si se rehusaban, temían que les echara un maleficio”, apunta.

El poder de estos chamanes era tan grande que, supuestamente, podían causar la muerte de una persona sin tocarla. Bastaba una ceremonia o ritual y la tragedia se cebaba con ellas.

Pero Aguavil no pretende infligir ese tipo de poderes. A él le gusta ayudar a las personas, no causarles daño. Sin embargo, hace varios años, un hombre se burló de él y se dejó llevar por el coraje, repitiendo tres veces su nombre sobre una piedra muy poderosa. “Ese hombre terminó bajo tierra al otro día”, afirma arrepentido.

Nuevas generaciones

Son pocos los jóvenes tsáchilas que han mostrado su interés por formar parte de la cuarta generación de chamanes de la etnia. Uno de ellos es Byron Calazacón, quien confiesa que el proceso es menos duro ahora, aunque sí se siguen las especificaciones más importantes como la abstinencia sexual, la meditación y la alimentación saludable.

En una sociedad donde imperan las redes sociales y las tentaciones por todos lados, que han llegado también a las comunas tsáchilas, Calazacón cuenta que ha requerido de la fortaleza del espíritu de su abuelo muerto, Octavio Calazacón, para continuar firme en su decisión de convertirse en chamán.

Está convencido de que el espíritu de su antepasado habita en el consultorio donde hace sus prácticas, que desde el más allá lo guía y le transmite sus conocimientos, pues era un sabio reconocido en la nacionalidad.

Entablar profundas amistades con jóvenes y mujeres que lo rodean es el secreto de Calazacón para evitar la tentación hacia el sexo opuesto. Y, hasta ahora, le ha funcionado.

Él lleva dos años en el proceso y no ha dormido con ninguna fémina, pero le faltan otros diez en total, que podrían reducirse si su energía y espiritualidad aumentan antes de tiempo. “Siempre habrá tentaciones. Pero es el proceso y, mientras más se eleva la espiritualidad, la determinación se fortalece”, revela.

Una de sus motivaciones es preservar la cultura y los conocimientos ancestrales. Byron quiere ser chamán para cumplir con la tradición y que esta no se pierda en el tiempo...

LAS CLAVES

1. Hay varias especialidades.

Los ponés (chamán en tsafiki) pueden especializarse en distintas ramas: mentalizador y espiritista, baños y energizaciones, salud de huesos y enfermedades catastróficas o parteras, en el caso de mujeres.

2. Mínimo cinco años sin pareja para lograrlo.

Los aspirantes a chamanes deben pasar cinco años sin pareja como mínimo. Pero el proceso completo puede tomar entre ocho y quince años.

3. Si la vela llora, el paciente tiene muchos problemas.

Los chamanes pueden ver los conflictos de sus pacientes a través de las velas, que previamente soban en su cuerpo. Si esta llora (gran cantidad de humo negro), el paciente tiene muchos problemas.

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