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“No eran criminales, eran obreros”: el drama de dos hombres asesinados en Esmeraldas
Los trabajadores fueron asesinados en plena jornada de trabajo. Los conocían como "los invencibles de la mezcla". La Policía investiga el hecho
Urbano Muentes salió de casa la mañana del jueves 15 de mayo con su mochila, como todos los días. Su esposa lo despidió en silencio, con la esperanza de que regresara bien. A unas cuadras, Luis Klever Obando, su ayudante, se despedía de su hija con la promesa de salir por un helado tras el trabajo. Era día de cobro, y tenían planes para hacer compras y pagar cuentas.
Ambos trabajaban en una obra ubicada en la Parada 7, norte de Esmeraldas. Urbano, de 64 años, era maestro albañil, y Luis, de 36, su ayudante fiel desde hace cinco años. Formaban un dúo conocido en los barrios por su responsabilidad. Pero a las 08:40, su rutina fue interrumpida por sicarios que llegaron en moto y abrieron fuego sin decir palabra.
Evidencias del crimen
Luis recibió múltiples disparos y murió en el sitio. Urbano, herido, intentó huir, pero cayó tras ser alcanzado por una bala. Murió a pocos metros del lugar. Cuando llegaron los paramédicos, ya era tarde. Testigos aseguran que Luis aún respiraba, pero no logró sobrevivir. En la escena quedaron doce vainas calibre 9 milímetros, sin cámaras ni testigos dispuestos a hablar.

La noticia devastó a sus familias. En casa de los Muentes, su hijo menor corrió al lugar y lo encontró bajo una sábana. Llevaba en el bolsillo la lista de compras hecha la noche anterior. En la casa de los Obando, la hija de seis años preguntaba por su padre sin entender lo ocurrido.
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Ambos eran el sustento de sus hogares. Urbano, pese a su edad, seguía trabajando por su familia. Luis soñaba con construir su casa y estudiar para ser maestro mayor. En redes sociales, la comunidad expresó su indignación: “No eran criminales, eran obreros”. Una tragedia más en una ciudad donde el silencio es la única defensa ante el miedo.
Su anhelo
Urbano y Luis no solo compartían una obra, también un sueño: tener su propia cuadrilla de albañiles. Así lo decía Luis, quien anhelaba construir su casa, estudiar en las noches y dejar de ser ayudante. En el barrio, eran conocidos por su puntualidad y entrega. Él llamaba a su equipo: “los invencibles de la mezcla”.
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