A mediados de marzo de 2021, Danna, de 9 años, jugaba, saltaba, reía y disfrutaba de sus vacaciones escolares en su natal Balao, cantón del sur de la provincia del Guayas.

Pero de un momento a otro la vida de esta pequeña se volvió gris y cuesta arriba. Su ojo izquierdo se desvió, motivo por el cual sus padres, Mateo Ascencio y Magdalena Mite, la llevaron a consulta oftalmológica.

El experto que la revisó señaló que se trataba de la parálisis de un nervio óptico, nada que medicamentos y terapias no pudieran arreglar.

Sin embargo, en una semana y media, la cosa cambió. La parte izquierda de su boca comenzó a torcerse; dos días después se le paralizó el brazo derecho y en dos días más perdió la estabilidad al caminar.

Los nuevos síntomas alertaron a los padres, quienes consultaron a una neuróloga, quien a través de una tomografía les reveló el lamentable diagnóstico, la presencia de un tumor maligno en el centro de su cerebro. Por su rápida manifestación, también sería agresivo.

Los progenitores trasladaron de urgencia a Danna al Hospital del Niño, doctor Francisco de Icaza Bustamante, en Guayaquil. Hace dos semanas está recluida en el centro de salud infantil.

Operación ‘esperanza’

Mateo y Magdalena no se conformaron con un solo diagnóstico y han consultado con varios galenos especializados del país, no obstante, el resultado es el mismo.

Pero existe la posibilidad de una operación que le prolongaría la vida. Se trata de una intervención quirúrgica con láser. “No puede ser operada con bisturí, eso la mataría, eso nos dijeron varios neurocirujanos. Hasta el momento se le están haciendo quimioterapias y se le harán radioterapias para reducir el tamaño del tumor, que sigue creciendo”, indica el padre.

Él afirma que hay una clínica que realiza este tipo de cirugías, pero su costo es muy elevado. Su valor es de 14 mil dólares, sostiene Mateo, quien vive de la música, pero con la pandemia el ‘camello’ se ha paralizado y ha tenido que prestar para conseguir el dinero para los exámenes e insumos médicos. La madre dejó de trabajar para dedicarse al cuidado de su pequeña.

Aunque el monto es alto, no dejarán de tocar puertas ni pierden la fe de que el milagro se produzca y tener nuevamente a Danna jugando en su querido Balao.