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La coreografía de Bollywood es interpretada por niñas de entre 5 y 15 años.ALEX LIMA

De Durán a campeones en Cuenca: Academia de danza aleja a niños de la violencia

Padres de familia hacen esfuerzos para costear presentaciones de danza de sus hijas. Su academia tiene el objetivo de alejarlas de la violencia. 

En cuestión de tres minutos los estudiantes de Freddy Romero, formador artístico y fundador de la academia Warrior Dance, de Durán, ya estaban cambiados: tenían puesto su traje de presentación de Bollywood (industria cinematográfica con sede en India) y se encontraban en posición para recrear su coreografía con la que ganaron el mérito ‘Campeón de campeones’ en la competencia CASS National Dance, en Cuenca, hace menos de un mes.

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La composición de movimientos duró el mismo tiempo que los dos educadores y las alumnas en vestirse con su traje azul con detalles dorados. Empezó con pasos característicos en los bailes de la cultura hindú y siguió con gritos similares a los de guerra, cargadas de fuerza y orgullo luego de haberse llevado el más grande premio. Fue un auténtico derroche de energía, pero, sobre todo, esfuerzo.

Cuando las luces y tablas del teatro imaginarias ‘desaparecieron’ ellos cayeron en cuenta que estaban en su escuela, un modesto centro artístico que tuvo sus inicios en el suroeste de Guayaquil y que reabrió hace casi un año en la tierra de Freddy, su fundador.

Esa pista es un salón de alrededor de 50 metros cuadrados, donde, además, se desarrollan de lunes a viernes las clases grupales que, como dice Romero, mantienen a los niños, niñas y adolescentes alejados de la realidad de inseguridad por la que atraviesa el cantón Durán, distrito que conforma la zona 8 y además considerado como uno de los más violentos en esta jurisdicción.

“Esto fue creado para que los niños no se encierren en sus casas, sino que vean el arte como una vía de liberación ante el peligro del que se escucha a diario y en todas partes”, menciona Freddy, cuya iniciativa parece estar rindiendo frutos ya que los 22 niños aman pasar su tiempo en las instalaciones de la academia, ubicada en un sector conflictivo del cantón ferroviario.

La atención a los detalles, como peinado, joyería y maquillaje, destaca en los padres. Ellos están pendientes a todo.ALEX LIMA

Lo particular de esta escuela es que, a pesar de que su sala de espera está abarrotada de padres y su aula llena, no tienen ni un solo letrero o pintura en los que destaquen que allí se están formando los próximos profesionales en danza o que allí se aprende de arte como alternativa ante el miedo que también ‘bailotea’ en esas calles.

“Lo vemos como que si fuera algo privado; las madres se han enterado porque otra madre les contó y así estamos seguros todos. No hay publicidad ni afiches en los que aparezcamos y nos haga el blanco de alguna banda”, refiere el entrenador, cuya agilidad al momento de bailar no pasa desapercibida sino que, por el contrario, llama la atención.

Viviana Gaspar

madre de familia de Warrior Dance

"Entre todas nos unimos para apoyarnos (madres de familia) y hacer un solo equipo porque la emoción de llevar a las niñas a la competencia es única".

Sin embargo, no es la única característica que hace ‘guiño’ en la escena. La atención de los padres de familia a los detalles en el peinado, maquillaje y uniforme de las bailarinas es minucioso. ¡Ni un pelito se escapa de ese moño templado y de los mimos de mamá y papá!

El orgullo que se refleja en sus ojos enternece y resalta, lo que ellos llaman, el esfuerzo por sus pequeñas: hacen bingos, rifas, además venden comida y postres con tal de que a las bailarinas no les falte vestuario en cada presentación.

“En la competencia de Cuenca usaron, al menos, cinco trajes cada una. Cada vestuario cuesta, aproximadamente, 80 dólares; imagínese el gasto. Nuestra ventaja es que la abuelita de una de las niñas de la academia es quien los confecciona y nos hace descuento”, menciona Viviana Gaspar, una de las entusiastas representantes

Su esposo, Carlos Alvarado, se encuentra junto a ella y justifica su apoyo a las clases de Samira, su hija. “La situación en Durán es crítica, pero la dejamos a un lado y evitamos que vea en la calle la violencia. Sacamos tiempo de donde no hay para acompañarla. Son sus sueños y es lo que nos hace felices a nosotros”, menciona el hombre.

Para algunas de las niñas y adolescentes, como la pequeña de Carlos y Viviana, el sueño es llegar lejos con la danza. “Mi hija me dice: ‘¡Me voy a París!’ y nosotros nos emocionamos junto con ella”, concluye la madre.

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