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Un día con las 'voceadoras de hierro' de las calles de Quito

Dos voceadoras y una distribuidora comparten sus experiencias en este oficio con el que sostienen sus hogares. Orgullosas de su fuente de ingresos

Crónica - voceadoras - Quito
Mariana Zabala trabaja más de 40 años en Carcelén. Ella es sinónimo de valentía, superación y lealtad.GUSTAVO GUAMAN

Mariana Zabala tiene una fuerza excepcional a sus 86 años cumplidos este 6 de marzo, dos días antes de celebrarse el Día Internacional de la Mujer. Se mantiene firme con dos periódicos en sus manos mientras camina hacia la avenida Clemente Yerovi, en Carcelén, norte de Quito.

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Atrás deja, por instantes, su puesto hasta convencer a los conductores para que le compren. Así, Mariana se ha mantenido, en ese mismo lugar, durante 41 años. “Siempre vengo en la mañana, a eso de las siete y me voy en la tarde”, calcula rápidamente.

Dice que vocear EXTRA y Expreso aplacan la soledad en la que vive, porque perdió a su esposo y a su hijo.

Su pareja, Efraín González, murió hace tres años por problemas en los pulmones. Luego falleció su hijo Roberto González, quien padecía de diabetes.

Desde ahí, el contacto diario con los ciudadanos, a través de la venta de periódicos, le resulta una compañía. “Una sola vez he faltado a trabajar y fue cuando me mordió un perro”.

El esfuerzo. Margarita Cruz tiene coincidencias con Mariana. Ella también cumple años (66) en marzo, el 31 para ser exacto. Asimismo, nunca ha faltado a laborar desde que se inició en la venta de diarios, trabajo con el que sostiene a su único hijo.

Tenía 21 años cuando comencé en esto. En ese entonces estaba estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, pero me retiré”, cuenta en su puesto de la avenida Maldonado, sector El Recreo, sur de Quito.

Decidió dedicarse a este oficio, ya que le dejaba buenos ingresos. Con los años se enamoró y tuvo a su único hijo.

Pero su vida siempre estuvo ligada a la producción de noticias. Cuando era niña, su padre trabajó en el predio de un extinto medio de comunicación, por lo que para ella no era ajena este negocio.

“Por eso siempre le digo a mi hijo que debe sentirse orgulloso por el trabajo que tengo”, asegura Margarita. Y es cierto porque con su labor cotidiana ha llevado el pan a su mesa, soportando días de sol, de lluvia y hasta de inseguridad en ese sector en el que ha permanecido durante 35 años.

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A los 21 años, Margarita Cruz empezó en la venta y voceo de diarios en el sur de Quito.GUSTAVO GUAMAN

A este grupo de experimentadas voceadoras se une la historia de Fátima Arreaga, de 29 años, originaria de Yaguachi, provincia de Guayas.

Hace una década llegó a Quito, donde conoció a su esposo, quien trabajaba como repartidor de ejemplares para un medio de comunicación repartidor. “Tuvo un accidente en su moto y, de la noche a la mañana, tuve que aprender a conducir”, cuenta.

Le tocó lidiar con ese vehículo cuando se le apagaba, se le rodaba en las cuestas y le pitaban para que avanzara. Lloraba ante la desesperación, pero la necesidad de mantener el trabajo de su esposo la empujó a acelerar el aprendizaje.

Con el tiempo, ella se encargó de las entregas en tiendas y otros negocios. A Gráficos Nacionales S. A. (Granasa), casa editorial de EXTRA y Expreso, llegó hace cuatro meses.

Crónica - voceadoras - Quito
Fátima Arreaga maneja una moto para hacer las entregas en el norte de la ciudad.GUSTAVO GUAMAN

Actualmente, Fátima empieza su jornada a las dos de la mañana. Se tarda 30 minutos para alistarse en su domicilio, ubicado en la Mitad del Mundo, al norte de la capital. Luego viaja hasta las oficinas de Granasa para recoger los ejemplares de EXTRA y Expreso.

Mira la hoja de ruta para entregar los diarios a los suscriptores y emprende la marcha. “Recorro por las casas, por los conjuntos”.

Su jornada termina entre las ocho y nueve de la mañana, cuando vuelve a casa para compartir con sus hijos. En la noche, en cambio, descansa para continuar con su trabajo en la espiral de llevar la información como lo hace Mariana y Margarita.

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