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¡Los eternos residentes del cementerio del suburbio!
Existen personajes que acompañan diariamente a los difuntos: los músicos y los pintores, quienes ofertan sus servicios a los deudos para que amenicen la pena.
Entre los 58.00 difuntos que yacen en el cementerio Ángel María Canales, ubicado en la 29 y la G, suburbio de Guayaquil, existen personajes que los acompañan diariamente: los músicos y los pintores, quienes ofertan sus servicios a los deudos para que amenicen la pena.
Con las manos marcadas de celeste, blanco y negro, Gregorio Revilla termina de pintar la tumba de sus vecinos. El hombre, de 51 años, lleva casi 40 en el oficio. Empezó desde los 14, escribiendo con pintura negra los epitafios finales que acompañana al difunto y luego fue agregando dibujos y color.
Su trabajo, por una tumba completa, oscila entre los $20 a $30. Si se trata solo de remarcar los nombres, $10. “No tengo precio fijo, entiendo que existen personas de escasos recursos y cobro menos”, remarca mientras limpia sus manos con gasolina.
También, si le sobra material, aprovecha para arreglar y poner colores en las tumbas olvidadas. “Hay bóvedas que nadie las viene a ver, yo anoto los nombres y al día siguiente vengo a pintarlas”.
Entre sus anécdotas más sorprendentes, está cuando una vez vio a unos sujetos entrar por un extremo del cementerio con un ataúd. Ellos mismos, sin permiso, supuestamente cavaron el hueco para el difunto. “Supongo que luego pusieron los papeles en regla”, comentó.
Al pie de él, Angelita Soledispa termina de limpiar la tumba de su madre, quién está por cumplir el año. Con la difunta descansa su esposo y su hijo. La mujer escogió este panteón por cercanía a su domicilio. “ Así no venga, paso en el bus y le alzo la mano saludándola”.
Las últimas canciones
Andan de tres y con guitarra en mano. Así lucen Joffre Molina, Antonio Cabrera y David Dávila, los cantantes íconos del camposanto.
El trío musical ofrece entre tres a cuatro canciones por un costo aproximado de $20. Sin embargo, a veces cantan más coplas, especialmente las favoritas del difunto.
Antonio tiene 70 años y lleva también más de 40 en el tema musical. Asegura que su única promoción es en el panteón, sitio que recorre desde la mañana hasta las 18:00 y, si lo solicitan, acude a otros camposantos. Afirma que entre ellos no existe rivalidad, más bien una alianza. Si requieren a uno, acuden los otros y así hacer eco entre los pasillos blancos.
Joffre lo confirma mientras resuena las cuerdas de su guitarra. Su vocación de cantante lo llevaron a las puertas del panteón para ganarse la vida y complacer a los deudos que tienen como tradición cantar las canciones del difunto. Él también es requerido en panteones de otros cantones.
“Siempre tocamos tres canciones, generalmente ‘Amor eterno’, ‘Camino al cielo’, ‘sepulturero’, ‘Señora luna’”, manifestó Joffre.
Julio César Cotera solicitó el servicio musical. Él asegura que retoca la tumba de sus abuelos dos veces al año y, en esta fecha, opta por cantarles, por eso los llamó, para que lo acompañen toda la tarde.
Datos:
El cementerio del suburbio fue creado en 1967.
El primer cadáver fue enterrado en 1968.
Tiene una extensión de 92.000 m2.
El costo por bóveda es de $0,24 y la manutención cada tres años es de $0.01.
La exhumación de un cuerpo cuesta $0.01.
Se permite hasta 4 difuntos por cuerpo.