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Un gran día para el ‘cachuelo’ musical
Un ferretero, una contadora, una maestra de colegio, un ingeniero y un chofer de expreso tienen hoy un día diferente. Se alistan para dar serenatas.

Joyce, quien es asistente contable en una empresa que empaca y exporta camarones, también canta en grupos de vallenato.
“¡Compadre, llegó el Día de las Madres. Vamos afinando la garganta y la guitarra de una vez!”. La alegría con la que Javier Rojas llega a la ferretería Don Pancho es contagiante. Adentro lo espera su ‘compadre’ Alonso Montero que, guitarra en mano, deja tuercas, tornillos y demás materiales para ensayar un canto a las madres.
Es la otra vida de los músicos que hoy saldrán a cantar a mujeres desconocidas como si ellas les hubiesen dado la vida.
Aunque cada uno se dedique a actividades diferentes, tienen algo en común: cuidan su voz, al menos por estos días, para cantarle a las madres. Un ‘cachuelo’ que no cae nada mal al bolsillo.
No son los únicos. Como ellos, están Lourdes Loor, una licenciada en Educación Básica y maestra de colegio, o Johanna Cedeño, de 21 años, asistente contable por cuya cabeza cruzan cifras, documentos, datos y un montón de información que debe cuadrar para la empresa en que labora, dedicada al cultivo, empaque y exportación de camarón.
Loor, por ejemplo, empieza muy temprano sus clases y mantener quietos y lograr la atención de sus alumnos en un colegio del sur de Guayaquil es un reto para ella. Tratará de no gritar mucho.
En el caso de Johanna Cedeño -Joyce, en su faceta artística- su voz se desgastará menos, pero hay que tener cuidado con el frío del aire acondicionado de la oficina.
Todos ellos pasarán hoy cantándole “a madres que no son nuestras madres, pero con un sentimiento de verdad”, asegura.
Cantan como si fuera para su mamita
Para estos artistas, cantarle a una madre que no es la suya no es un problema, asegura Carlos Vinueza, propietario del Mariachi Gallo de Oro. “Más bien es un sentimiento bonito, que se refleja en la expresión de los hijos de las mujeres a quienes cantamos todo lo que le decimos con música”, dice el también ingeniero comercial y músico por herencia.
A veces, incluso, es más fácil que cantarle a sus propias madres, admite la profesora Loor, dueña del Mariachi Mexcal. “Es un sentimiento raro, porque uno pone todo de sí ante esas mujeres en su día, pero no puedo cantarle a mi mamá porque entonces lloro de tristeza”.
Para la contadora Joyce la preocupación va más por el tiempo de preparación. Por eso, desde hace un mes ella le dio un giro a su día a día. Sale de la empresa a las 18:00, llega a su casa una hora más tarde “y entonces me dedico a ensayar y ensayar”, dice la joven, cuya voz ha sido también codiciada por grupos de vallenato con los cuales ha compartido escenario.
Y la ferretería donde Alonso Montero de cuando en cuando debe dejar de lado la guitarra para vender tornillos, lijas o un interruptor, es su ‘centro de entrenamiento de la voz’. Con 23 años como músico, él se la pasa revisando las letras de las “canciones viejas, porque aunque hay música más moderna dedicada a la madre, la gente siempre se va por lo tradicional: un pasillo, un vals o una ranchera”, precisa.
Con Javier Rojas, el Óscar de León de ‘Yo me llamo’, lleva años de amistad y por eso a veces ensayan juntos. Rojas, quien hace las veces de expreso en un plantel de Guayaquil, estaciona su furgoneta y se apura a entonar un par de melodías con su ‘compadre’.
No tiene mucho tiempo, pues debe ir al colegio San Francisco de Asís a recoger a unos estudiante. Son los gajes del oficio. Cosas de quienes llevan la música en la sangre, pero que también necesitan de otro empleo para sobrevivir. A las madres le agradecen su día y el dinero que por los serenos se ganarán. Luego, todos volverán a sus otras vidas.
Una extensa jornada de más de 24 horas
La ‘carrera’ de serenos por el Día de las Madres es larga. Para grupos como Mexcal y Gallo de Oro suelen ser, a veces, hasta de más de 24 horas seguidas. “Empezamos a las seis de la tarde y a veces los músicos están regresando a sus casas a las nueve o diez de la noche. Es agotador y la familia lo entiende, porque es una forma de hacer algo de dinero extra”, confiesa Lourdes Loor, cantante.
Pero ¿cuál es la oferta y costos de los cantantes? Eso varía. En el caso de los mariachis, suele ser de $ 120,00 “por un show de 5 canciones más una de cortesía”.
Con los solistas el asunto es un poco más económico. Alonso Montero, por ejemplo cobra $ 80,00 por 6 a 7 canciones, el Óscar de León ecuatoriano negocia entre 40 a 50 dólares por su show que incluso puede incluir una salsa “para rumbear”, mientras que el show de otros, como Joyce, va por los 60 dólares por 4 temas, pero incluyen un mimo que entrega un arreglo floral a la madre, animación, luces y sonido profesional.