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¡Inhalan desesperación!
Los vecinos de petrillo afirman que beneficiarios de un plan habitacional llevaron la droga al pueblo en 2014. Destrozados por los estragos de la ‘H’ luchan por recuperar su vida campesina.

Las familias afectadas por el consumo de droga reclaman medidas urgentes en el pueblo.
Era un pueblo tranquilo y seguro, donde los más pequeños jugaban despreocupados en las calles y los mayores se dedicaban al cultivo de arroz y la cosecha de ciruelas y melones.
La droga parecía un problema lejano, del que únicamente tenían noticias a través de los noticieros y los periódicos. Eso fue lo que motivó a Carmen para formar su familia en la localidad de Petrillo, provincia de Guayas, y abrir una tiendita desprovista de rejas.
Pero aquella paz que tanta armonía dio a su hogar se convirtió en un infierno hace tres años. No le quedó más remedio que poner verjas metálicas en su establecimiento y no dejar salir a sus hijos debido a la irrupción inesperada y repentina de un alcaloide hasta entonces desconocido para los lugareños: la ‘H’.
Una sustancia que enganchó a decenas de jóvenes, que empezaron a consumir al pie de su negocio, a ensuciar la entrada, a insultarla y a no querer pagar por los productos que les vendía.
La situación se tornó tan dramática que hoy está amenazada. Y, como tantos otros moradores, culpa de la llegada del narcótico a algunos beneficiarios del plan habitacional que desarrolló el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) en 2014.
Un proyecto enclavado en el sector La Primavera y que sirvió para reubicar a residentes de la Isla Trinitaria de Guayaquil.
Al igual que ella, Pedro añora los años en que los adolescentes aprovechaban el verano para ganarse un dinero extra en el campo.
Ahora, lamenta la degeneración de su amado pueblo. Los sembríos quedaron vacíos y los frutos desperdiciados en el suelo arcilloso:
“Los chicos se dejaron llevar y empezaron a consumir. Empezamos a verlos caminar como sonámbulos, muy flacos”, atestigua a EXTRA.
Madres afectadas
Un portarretratos y una habitación vacía es lo único que le queda a Kathia de su hijo Jason, de 22 años, quien se encuentra en prisión desde hace treinta días, a la espera de juicio por tráfico de estupefacientes.
Gracias a un reportaje se dio cuenta de que el aumento de sueño que tenía el muchacho, la falta de apetito y sus ojos enrojecidos se debían a la inhalación del alcaloide.
Pese a que él negaba ser un adicto, la madre decidió registrar su cuarto como si fuera una policía. Encontró siete fundas vacías. “Eran como las que salían en las noticias”, señala abatida.
La televisión que la ayudó a entender la realidad está en venta. También su refrigeradora. El motivo: necesita plata para pagar a un abogado que defienda a su hijo.
Sosteniendo una imagen de Jason cuando tenía tres años, Kathia rescata el único recuerdo positivo que guarda de los últimos tiempos: pese a estar atrapado por el narcótico más letal de Ecuador, le alertó de que sus primos recorrían la comuna para comprarlo. “Mami, yo no quiero que ellos sean como yo”, le dijo.
Un par de casas más adelante, la incertidumbre ha robado el aliento a Bepsy, quien pasa las horas junto a la puerta de su hogar esperando a dos de cuatro hijos. Con los primeros rayos del sol, los chicos, de 17 y 22 años, se esfuman hasta bien entrada la noche. Fueron de los primeros en caer hace tres años. Primero se enganchó el mayor; luego el pequeño siguió su ejemplo.
Mientras carga sobre sus gruesos brazos canela a uno de sus nietos, la voz de Bepsy se quiebra y deja salir un racimo de lágrimas rabiosas. Los chicos no roban ni trafican, pero según ella han sido víctimas de presuntas agresiones a manos de agentes policiales: “Les hacen inhalar una dosis y les pegan en el estómago como si así fueran a calmar su adicción”.
“Todo es culpa de esa gente que vino a Petrillo. Mi hijo mayor se unió con una muchacha de La Primavera. Ella era consumidora y lo metió al vicio”, reprocha al viento para que sus palabras sean escuchadas por las autoridades.
La desesperación llevó a la familia de ‘José’ a encadenarlo. Esa fue la única alternativa que encontró su madre, Mery, para impedir que el cuerpo robusto de su hijo, de 17 años, se siguiera secando por el veneno que inhalaba hasta cuatro veces al día.
Él vio la muerte de cerca, y a su madre batallando para no dejarle partir, cuando cayó fulminado al piso por un paro cardiaco fruto de la ‘mona’ o síndrome de abstinencia. Hoy, Mery siente que su vástago renació, aunque ya no sea el mismo.
“Era un chico alegre, le gustaba trabajar en una panadería. Ahora se queda con la mente en blanco. La droga le dañó el cerebro”, admite compungida.
‘Turismo’ de adicción
Los residentes consultados por EXTRA exigen soluciones para acabar con este problema y denuncian que los cabecillas del microtráfico siguen libres, aunque muestran una actividad “de perfil más bajo” tras los últimos operativos policiales.
Cada día, Abel, dueño de un restaurante, observa enojado el paso rápido de decenas de adolescentes, que llegan desde otros cantones en busca de sus dosis.
“Petrillo se dañó”, critica respaldado por Julieta y Pedro, sus vecinos. Ellos también luchan por ayudar a recuperar a los muchachos consumidores.
“Una vez, una chica me pidió cinco dólares para que hiciera lo que deseara con su cuerpo”, confiesa. Espantado, la dejó marchar y rezó para que ningún hombre aceptara su oferta.
La comuna
Sin fondos para rehabilitar a los chicos
La presidenta de la comuna, Grace Paye, sostiene que el expendio y consumo de drogas apareció en Petrillo cuando las autoridades trasladaron a personas de Guayaquil hacia el sector La Primavera.
A su juicio, la ubicación del pueblo era estratégica para la irrupción de la droga, ya que se encuentra a media hora de la ciudad y por la vía principal transitan buses intercantonales.
También subraya que el microtráfico trajo consigo la delincuencia al lugar.
Actualmente, esta dirigente encabeza un proyecto para rehabilitar a los jóvenes consumidores del sector. Una iniciativa que le lleva a convocar asambleas comunitarias periódicas con las familias afectadas.
Pero debido a la falta de dinero, apenas puede suministrar sueros para ayudar en la desintoxicación de cinco muchachos.
Por eso pide el apoyo de personas o entidades que deseen unirse a la causa: “Necesitamos ayuda con medicamentos, psicólogos y un espacio para recuperar a estos chicos”.
El Miduvi
Investigará el uso de las viviendas
El Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda dice desconocer que algunas de las casas construidas en la comuna son utilizadas por sus ocupantes para la venta y consumo de drogas.
No obstante, la titular de dicha cartera, María Alejandra Vicuña, asegura a EXTRA que estudiará el caso para tomar las medidas pertinentes: “No conozco el problema, pero investigaremos”.
Además, Vicuña indica que antes de entregar los inmuebles, las familias deben firmar un compromiso de buen uso: “El expendio de drogas y otras acciones que generen problemas son causas para el retiro de la vivienda”.