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¡El rostro de la esperanza y la fe!
Un tumor que cubre la mitad de su cara la aqueja desde hace 20 años. Suplica una operación para curarse y buscar un trabajo por sus hijos.

Margarita Mayancela quiere curarse para poder luchar por sus tres hijos.
Dice que la picada de un insecto deformó su rostro. Tanto que no puede andar por las calles sin atraer miradas de asombro.
Lleva 20 años con este tormento y no puede más. De cualquier manera busca eliminar esta deformación, no por estética, sino para conseguir un trabajo y poder mantener a sus tres niños.
Todos los días, levantarse es un suplicio para Margarita Mayancela, pues no solo tiene que pensar en cómo alimentar a sus hijos, sino también en encontrar la forma de acabar con esa desproporción que le produce picazón y cubre la mitad de su cara.
La mujer, de 26 años y origen chimboracense, tiene fe y guarda las esperanzas de que su vida va a cambiar con la ayuda de Dios. Sus vecinas del bloque 2 de Flor de Bastión, en el noroeste de Guayaquil, no le han dado la espalda.
Desde hace dos años, cuando murió su esposo de manera súbita, la ayudan con víveres y todos los sábados realizan bingos para comprarle alimentos que sirvan para la semana.
Margarita tampoco se queda cruzada de brazos. Aunque es riesgoso y sacrificado, todos los fines de semana sale a las tres de la mañana a la Terminal de Transferencia de Víveres, donde ayuda a los comerciantes en lo que puede hasta la una de la tarde, cuando regresa con tres dólares en sus bolsillos y varios comestibles en sus manos.
Sin embargo, esto no basta para sostener el humilde hogar compuesto por sus tres hijos de 1, 4 y 7 años y su suegra, aquejada por los males de su avanzada edad.
Esta madre se entristece y llora cuando relata que hay días en que no tiene ni para un desayuno y se ve obligada a mandar a su niño a la escuela sin tomar café y sin lunch.
“No lo quiero mandar porque me da pena que los demás niños lleven su refrigerio y él no tenga qué comer. Pero a veces me veo obligada a hacerlo porque no quiero que se críe como yo, que no sé escribir ni leer. Mi sueño es que sea alguien en la vida para que no sufra después”, narra embargada de dolor.
Margarita cree que el bono de la solidaridad podría ser una ayuda a su situación, pero lamentablemente no es beneficiaria. Y de su fallecido esposo, que decía ser asegurado, tampoco recibe nada.
“Busco trabajo, pero nadie me lo quiere dar. Es como si temieran a que esto que tengo en mi cara les pueda pasar”, dijo. Y para rematar, en el invierno de abril se quedó sin techo. Un aguacero desplomó su vetusta vivienda de caña, construida a un costado de la casa de su suegra, que también se derrumbó parcialmente.
Asimismo, fueron sus vecinos quienes la ayudaron a levantar la casa menos destruida para que se pudieran cobijar.
Como no quiere vivir para siempre con este martirio, Margarita acudió a EXTRA para conseguir un médico que la quiera valorar y operar gratis.
También hizo un llamado a las autoridades gubernamentales para que la consideren entre los beneficiados del bono.
Si algún especialista está interesado en ayudar a esta madre, puede comunicarse al 098-595-0068, de este diario.
Ha pasado por tres operaciones
Margarita Mayancela no puede explicar con precisión qué enfermedad aqueja su rostro.
Rememora que su mamá le dijo alguna vez que cuando tenía seis años, al parecer, le picó un mosquito y le dejó la piel enrojecida e hinchada.
Con el tiempo, y poco a poco, esto fue creciendo como un tumor.
Por tres ocasiones se ha sometido a operaciones sin resultados positivos.
Afirma que los médicos nunca le han informado de qué padece ni a qué se deba que el mal no desaparezca. Lo único que sabe es que se trata de un tumor benigno.
No le duele, pero le causa picazón. Lo más terrible para ella es que el mismo abultamiento haya cubierto su ojo y no le permita la visibilidad que, aparentemente, no ha sido afectada aún.
Ella quisiera acudir a un hospital, pero hasta para eso necesita un dinero que no tiene.