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¡Un dueto venezolano se toma los buses de Guayaquil!

Los venezolanos Carlos Dávila y Jesús Álvarez llegaron hace más de un año a Ecuador, un país en el que se han establecido cerca de 400.000 de sus compatriotas. Y, en búsqueda de público y de sustento para sus familias, coincidieron en las calles del Pu

La tercera vez que se encontraron, Jesús lo salvó. Carlos iba con su amplificador portátil sin carga: no podía trepar al siguiente bus para cantar y ganarse el día; pero Jesús le ofreció el suyo y también la pista de salsa que necesitaba. El show continuó... A partir de entonces, a dúo.

Carlos Dávila y Jesús Álvarez —oriundos de Mérida y Táchira (Venezuela), respectivamente— llegaron hace más de un año a Ecuador, donde se han establecido unos 400.000 ciudadanos venezolanos. Y, en búsqueda de público y sustento para sus familias, coincidieron en las calles de Guayaquil.

Sentado en una acera de la avenida Benjamín Carrión (en el norte de la ciudad), Carlos, de 24 años, recuerda que previo a esa primera jornada en conjunto —de la que han pasado alrededor de siete meses, aunque hace cuatro que se dedican “de lleno”— ni se saludaban, a pesar de que se ‘topaban’ a menudo.

“Un día me lo encuentro —por aquí mismo— y le digo que se me había descargado el parlante y él tenía el suyo; yo no tenía la pista, trabajaba con bluetooth; entonces, él me dice: ‘yo la tengo en mi pendrive’”, cuenta.

Desde ese momento, empezaron a quedar todos los días para ir a laborar. Se han acostumbrado tanto a esta dinámica que, si llegan a salir por separado, se aburren. “Ya es un hábito que nos creamos”, asegura.

El martes 14 de mayo de 2019 —antes de saltar al siguiente ‘escenario’ de la tarde— hacen una demostración del set que han preparado sobre un parterre, en el que vendedores de frutas y toallas húmedas han improvisado sus puestos y donde el tronco de un árbol cumple la función de un perchero y sujeta sus pertenencias.

Jesús, de 29 años, ajusta el volumen de su parlante, que cuelga de su torso como una cartera, mientras con su mano derecha sostiene un micrófono. A un lado, su compañero lanza un gesto de aprobación apenas el sonido brota de esa desgastada caja negra: un vallenato amortigua el alboroto callejero, a punta de acordeón.

Cantar no ha sido el único oficio que los ha llevado al transporte urbano. También fueron vendedores: Jesús subía a los colectivos para expender desmanchadores; Carlos, para ofrecer caramelos. Pero la música siempre ha sido importante: ambos comparten un pasado sonoro, que se remonta a su niñez y adolescencia.

“Desde los 14 años tenía el chip de la música. Comencé en la iglesia cantando; pero fue como a los 20 que estudié canto lírico. Estuve en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, representando a Táchira junto a mis compañeros del sinfónico”, relata con nostalgia Jesús, quien siguió las carreras de Contabilidad y Comercio Exterior en su país, aunque nunca terminó.

Carlos, por su parte, advierte que “su profesión no tiene nada que ver con la música” —estudió Contaduría— pero que desde los 11 años ha sido su afición y que se ha dedicado a ello de manera independiente. Comenta que incluso construyó un estudio en su ciudad natal, donde también fue DJ en fiestas.

Cuando esta dupla toma su primer bus —el de la línea 63— son las 15:14. “Mi compañero y yo llegamos a interceder un ‘ratico’ en esta unidad. Traemos un rato de entretenimiento musical”, anuncia Carlos, arrojando una de sus manos al aire, en un clásico ademán de rapero, mientras la otra sostiene el micrófono conectado al amplificador de Jesús, quien permanece cerca de la puerta.

Al invitar al ‘escenario’ a su colega, explica a la audiencia —que todavía no han logrado conquistar— que él va a interpretar algo “completamente diferente”. Le devuelve el parlante a Jesús, quien arranca con Amantes inocentes, también de Binomio de Oro.

El chofer aprovecha una parada y graba la escena con la cámara interna de su teléfono, como si quisiera sacarse un selfie con ellos. Algunos pasajeros prestan atención, otros miran por la ventana. La mayoría de los rostros comparten una expresión severa.

En sus recorridos de autobuses —en los que pueden juntar entre 10 y 40 dólares, dependiendo del día— intentan fusionar la música con algo de comedia para atraer a su público.

Según Jesús, a veces, las personas no les prestan “mucha atención porque hay muchos vendedores, hay muchos cantantes”. Es así que para sacar un par de carcajadas ha optado por desafinar, a modo de preámbulo. “A la gente le gusta las equivocaciones”, dice convencido.

Pero en estos vehículos no todo ha sido comedia. En una ocasión, por ejemplo, Jesús recibió insulto: se muestra enfático al mencionar que ocurrió “solamente una vez”. Y al ser cuestionado sobre el motivo, responde: “a lo mejor en ese momento, esa semana fue de algo, que algún venezolano haya metido la pata”. Ese día el resto de los usuarios “abogó” por él.

“Siempre cuidamos y analizamos cada palabra que decimos. Al principio pedimos permiso y disculpas; al final también. Yo creo que la gente ve la educación y todo. Incluso, nosotros al final decimos que entendemos que a veces hay dinero y a veces no”.

Hay episodios desagradables que, no obstante, han decidido tomar con humor. “A veces, hay una señora en los buses que lo pellizca a uno”, relata Carlos. Y continúa: “te subes y dice cantidad de groserías, te pellizca y te da; entonces, tienes que lidiar con eso”.

“Son cosas que uno más bien dice: ‘bueno, esto forma parte de la sociedad; si de repente la señora no llega a estar, uno como que la va a extrañar’ porque ya es algo que usted ve todo el tiempo”, señala como “abogando” por ella de la misma forma en que los pasajeros lo hicieron con su amigo.

La intervención en la unidad de la línea 63 llega a su fin. Jesús agradece a sus espectadores y Carlos se mueve entre los asientos, en una especie de zigzagueo, y estira su mano libre para recibir monedas, con la otra agarra su parlante; de su bolsillo asoma el micrófono.

El dueto, aún sin nombre, aterriza en la Juan Tanca Marengo. Quieren salir de los buses —recientemente, han cantado en restaurantes, un hospital y en la inauguración de una peluquería— pero por ahora el show debe continuar su ruta.

Jesús entona Niña bonita de los colombianos Binomio de Oro. Carlos interviene, con timidez, un par de ocasiones; ya había advertido que estaba algo “mal de la garganta”. A ese tema siguieron breves interpretaciones de Entrégate de Luis Miguel y Acá entre nos de Vicente Fernández.

El tema con el que abre su presentación está inspirado en el Puerto Principal: “habla de lo que día a día veo caminando por las calles”. Solo la mitad es de su autoría; la otra, pertenece a un rapero de Caracas llamado Apache. Previamente, dejó claro que se inspiró en la canción Con el tiempo porque “tiene una reflexión que pega” con la suya y dice que lo “recalca en los buses”.