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Diario Extra Ecuador

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En Ibarra, venezolanos han abandonado la ciudad o evitan salir a la calle

Piden ayuda para lograr sortear la difícil circunstancia que generó el crimen de Diana Ramírez.

Familia de venezolanos se abstiene de salir para evitar cualquier ataque. Piden ayuda.

Familia de venezolanos se abstiene de salir para evitar cualquier ataque. Piden ayuda.Henry Lapo / Extra

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La ‘zona cero’ está en el centro de Ibarra. La noche del domingo, en la calle Obispo Mosquera, cientos de ecuatorianos iracundos buscaron a venezolanos para sacarlos de esa ciudad. Sabían que hallarían un grupo en un edificio ubicado en ese lugar.

Habían pasado 12 horas desde que Diana Carolina Ramírez fuera apuñalada, frente a policías y ciudadanos, por un llanero.

El venezolano Marcos Valdez (nombre protegido), nacido en el estado de Guárico, miraba las noticias. Se enteraba así de que varios de sus coterráneos habían sido atacados en sus residencias. Nadie estaba a salvo. Un golpe en el portón del edificio, donde vive con dos niños y otros seis adultos, llamó su atención.

Cuando vio a través del cristal de su ventana supo que venían por ellos. Temían lo peor. “Venezolanos asesinos”, gritaba —al unísono— la turba enardecida. Y fue esa misma turba la que tumbó la puerta y, en cinco minutos, llegó al tercer piso, al departamento de Marcos.

Él y los demás se ocultaron en un dormitorio. Estaban aterrados. Las mujeres y los niños se metieron en el armario mientras los cinco varones sostenían la puerta para que nadie pudiera ingresar.

Los agresores, tras acorralar a los extranjeros, cogieron los colchones y la ropa y, por un balcón, los arrojaron a la calle.

Prendieron fuego

Eran unas 300 personas. Las puertas torcidas, las ventanas rotas y las chapas destruidas probaban esa locura colectiva. Él y sus amigos tienen los nervios destrozados por eso.

Marco lleva un año en Ecuador. No pensaba en regresarse. Pero ya le ronda la idea. No ha podido salir a trabajar como reparador de electrodomésticos.

No es el único. Alberto es otro venezolano que fue testigo del ataque. Vive en el mismo edificio, y la noche en que entró la turba tuvo suerte. Se escondió debajo de la cama y apagó la luz. Nadie supo que estaba allí o quizá no estaría contando la historia.

Llegó a Ecuador hace nueve meses y actualmente es socio de una tienda. Dice que “nunca se sintió a gusto”. Asegura que el trato que le han brindado “no ha sido el mejor”. Por eso piensa marcharse.

Se considera un hombre trabajador. El miedo lo está devorando vivo. No quiere salir a la calle. Se refugia en sus coterráneos y en las ayudas que como Cáritas ha entregado a la gente que ha sido agredida tras la muerte de Diana Carolina. Muchos ya se han ido de Ibarra. Han escapado.

Álex Estrada, otro extranjero, cuenta que después del femicidio, esa misma noche, la gente les recomendaba que se resguardaran.

Así lo hicieron algunos. Otros fueron atacados. Y Álex guarda en su celular todos los vídeos de los ataques que se han difundido en redes sociales. Los guiaba, por caminos sin peligro, hacia la vía principal.

Solo querían huir. Así que se montaban en buses hacia pueblos cercanos, incluso hacia Otavalo, Quito o Guayaquil. En un lapso de dos horas 30 venezolanos abandonaron la ciudad. ¿Quién los ayuda?

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