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Los ‘depredadores’ de Machala
La banda de Camala sería la líder de los robos en alta mar, según fuente policial. Pescadores artesanales no denuncian por miedo. Capitanía confirma a EXTRA este delito.

Debido a la delincuencia marítima, los pescadores optan por no faenar en las madrugadas.
El miedo a no regresar a su casa luego de arduas horas en alta mar hace que ‘Pedro’ (nombre reservado) prefiera estar absorto en la oscuridad de la noche, con apenas la luz de la luna.
El hombre, que tiene 50 años como pescador artesanal en Machala, provincia de El Oro, sabe que debe ser invisible. Una mínima ráfaga de luz lo puede delatar y al igual que un pez quedar al descubierto de su ‘depredador’: un pirata.
De delatarse, solo tiene dos escenarios posibles: el robo de su motor o la muerte por quedar varado sin teléfono ni provisiones. Pese a que tuvo mucho cuidado, por tercera ocasión en su trayectoria, volvió a ser víctima de la piratería, como se le denomina a los robos en alta mar.
Y, como todo hombre curtido por el agua salada, el sol y la experiencia, decide no denunciar este nuevo atraco, al igual que cerca de los diez que atestigua se saben cometer a diario en Machala.
‘Pedro’ afirma que los piratas provienen del cantón mismo. Se conocen entre ellos, son del pueblo y por eso el temor a denunciar, por las represalias.
El pescador puntualiza que los piratas, jóvenes entre 17 a 30 años, sustraen los motores que en el mercado oscilan entre los 8 a 10 mil dólares. Los delincuentes, al robarlos, los llaman y les piden entre $ 1.000 a 3.000 para devolverlos. También los amenazan para que no denuncien a las autoridades el hecho.
Según él, “a veces es más fácil endeudarse, recuperar la máquina para seguir trabajando, que denunciar y perder la vida”. Lo único que no entiende es cómo, supuestamente, los pillos se enteran cuando una víctima acude a la Fiscalía o a la Capitanía a reportar el incidente.
Debido al auge delictivo en las ocho millas marítimas destinadas a la pesca artesanal, el 80 % de los pescadores prefiere salir a faenar en el día, forrarse de ropa para aplacar el sol, improvisar pasamontañas con camisetas y tratar de pescar la mayor cantidad posible. Así su jornada termina entre las 17:00 a 18:00, donde acuden a los cerca de 70 muelles independientes para vender los mariscos.
“Antes uno salía de noche, pescaba toda la madrugada y volvía al amanecer. Otras veces uno se quedaba dos o tres días en alta mar”, rememora mientras sostiene los papeles de su embarcación que tiene que volver a sacar debido al robo de sus documentos.
Confiesa que son pocos los ‘valientes’ que deciden arriesgarse por la tranquilidad de la noche, agruparse cerca de los canales que atraviesan la isla, y apostar por la caza nocturna. Así, considera, no son tan vulnerables a los piratas.
Por su parte, Mariana Benítez, presidenta de la Asociación de Pescadores Artesanales de Machala, manifiesta que la agrupación busca respaldar legalmente a los usuarios para que denuncien los robos.
Sin embargo, sabe que la tarea es complicada, pues un pescador debe perder un día de labores para realizar los trámites, lo que representa una pérdida de 40 a 150 dólares aproximadamente. Cantidad diaria que gana un marinero dependiendo de la captura con las redes y a la que se le debe descontar cerca de 50 a 70 dólares en combustible.
‘Seguridad’ marina
Benítez indica que a más de la delincuencia los pescadores son víctimas de los famosos ‘custodios’ (personas armadas que brindan seguridad a las embarcaciones medianas de pesca). Estos serían gente de alias Satanás (Juan Carlos Cortez), que develó a EXTRA una fuente reservada de la Policía Judicial en un reportaje anterior.
Benítez precisa que cuando dichos ‘guardias’ están impagos buscan también robar dinero o productos a los pescadores, perjudicándolos el doble. “El mar se ha convertido en zona de nadie. De aquí a mañana puede aparecer otro grupo armado y cobrar por salir a pescar”, sentencia.
Otra de las quejas por parte de los pescadores, lamenta Benítez, es el impedimento de portar armas, incluso cuchillos. Según ella, los artesanos no pueden portar ni una pequeña navaja para cortar alimentos cuando pernoctan en altar mar, versus los delincuentes, que llevan pistolas o escopetas, viéndose así indefensos, sin tener a dónde recurrir durante un robo en la mitad del mar.
Pese a que la piratería implica desde el robo hasta el asesinato en algunos casos, en el Código Orgánico Integral Penal (COIP) no se tipifica el término como un delito.
Camala, el rey del mar
Un agente encubierto de la Policía Judicial explica que la banda de piratas identificada en la zona es la de César Zambrano, alias Camala. Sin embargo, él fue asesinado en 2016, pero su seudónimo quedó como nombre oficial del grupo delictivo, cuyos miembros siguen operando en territorio.
El uniformado señala un fenómeno aún peor: los piratas irían hasta las provincia de Santa Elena para delinquir. También traspasan la frontera hasta Perú, en donde ofertan los motores robados a menor precio, así como las embarcaciones que logran robar.
Según un proceso judicial que consta en la página web de la Función Judicial, Camala fue fichado en 2014. En ese año, agentes de la Unidad de Inteligencia Antidelincuencial (UIAD) determinaron la estructura jerarquizada de la organización delictiva, donde Camala figura como el “mentalizador”.
El documento también subraya que en el Estero de Huaylá, zona donde transitan a diario pescadores, la banda mantenía reuniones para planificar los ‘golpes’. Desde allí partían hasta sectores como Puerto Bolívar y Santa Elena para cometer sus fechorías.
La organización delictiva también se encargaba de adulterar los motores. Ahora usarían la intimidación para plantar temor entre los pescadores.
Con algo de resignación, ‘Pedro’ cuenta cómo algunos de sus compañeros han fallecido en alta mar, al quedarse sin motor para regresar a tierra. También denuncia que otros pierden la vida al resistirse al robo. Por eso su hijo, de 20 años, decidió dejar la herencia sanguínea que lo ata al agua y buscar fortuna como taxista y ‘navegar’ entre las calles de Machala para ganarse el sustento diario.