Autoridades municipales detectaron que al menos cinco distribuidoras de pollos clandestinas se ubicarían en el sector San Francisco de Huarcay y sus alrededores, una zona localizada en el extremo suroccidente de Quito, en los faldones del páramo.

Este hallazgo lo hicieron luego de la clausura de un lugar donde supuestamente faenaban aves de corral y, al parecer, les inyectaban agua y otros fluidos que todavía no han sido identificados.

Según la Agencia Metropolitana de Control (AMC), esta actividad tenía como objetivo incrementar el peso de las aves para venderlas más caras a los consumidores.

Durante el operativo desmantelaron un sistema artesanal compuesto por mangueras, ligas y agujas, ideado para pinchar a los pollos e ‘inflarlos’ con agua. Además, encontraron jeringas con las que, se presume, les inyectaban algún tipo de colorante o líquido mezclado con sal o azúcar.

Temor y preocupación de los vecinos

Martha Almeida es una moradora que conocía de la presencia del establecimiento clausurado y de otro que queda cerca a este, pero que todavía no ha sido intervenido. La señora explicó que la noche del operativo, los trabajadores de esta última distribuidora clandestina cerraron las puertas al ver la presencia de los funcionarios municipales.

La vecina asegura que no ha comprado pollos en estos sitios por la desconfianza generada. Le parece un atentado contra la salud de la ciudadanía el manipular el alimento en condiciones insalubres.

La existencia de estos ‘camales tapiñados’ ha sido un secreto a voces en el barrio San Francisco de Huarcay. La mayoría de habitantes los conocen, aunque muchos prefieren no hablar de ellos por miedo a represalias.

¿Cómo identificar un pollo adulterado?

La propietaria de una tienda, quien prefirió no identificarse, le cuenta a EXTRA que todas las distribuidoras del sector realizarían esta práctica de ‘tunear’ con agua a los pollos. Ella aseguró que por un tiempo les compraba, hasta que se enteró de que el producto que le vendían estaba ‘truqueado’.

Según ella, cuando cortaba las presas para separarlas y venderlas por libra notaba que había un exceso de agua, que en ocasiones se transformaba en una especie de ‘baba’. Comparó el alimento con los de otro proveedor y descubrió que esos pollos no tenían dicha sustancia.

Sin embargo, Mario Puente, líder zonal de la AMC de Quitumbe, sostiene que no es fácil detectar cuando a un pollo le han pinchado algún tipo de líquido que no pertenece a su organismo. Con los análisis que han realizado junto a técnicos de alimentos han descubierto que los productores inescrupulosos faenan al animal, luego inyectan la sustancia y posteriormente los congelan.

Esto, al parecer, provocaría que el producto retenga los líquidos, pero cuando el mismo llega a la cocina del cliente y se deshiela, se evidenciaría que el volumen disminuyó.

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