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Encerrados en la ‘tierra prometida’

Washington, EE.UU. (EFE)
El miedo y los escondites rodean la vida de los inmigrantes indocumentados de Estados Unidos, que temen moverse sin una identificación y carecen de libertad para viajar a la graduación de un hijo o despedirse del padre que muere en un país del que huyeron hace años.
Sin viajes para ver graduaciones, sin despedidas a los familiares en el lecho de muerte y sin ningún tipo de identificación seguirán viviendo los millones de indocumentados que esta semana recibieron el revés del Tribunal Supremo, que mantuvo bloqueadas las medidas migratorias del presidente, Barack Obama.
Los ocho jueces del alto tribunal empataron y eliminaron cualquier posibilidad de que la Casa Blanca frene la deportación de los casi cinco millones de inmigrantes que se habrían beneficiado de las medidas, especialmente jóvenes y padres de hijos con residencia permanente o con la ciudadanía estadounidense.
“Fue algo muy doloroso, pero también nos da fuerza para seguir luchando. Esto no se acaba aquí. Es solo una piedra en el camino”, cuenta la mexicana Patricia Serrano, que llegó a EE.UU. hace 23 años y tiene un hijo estadounidense que se graduó el 5 de junio en una universidad del estado de Massachusetts.
Serrano no pudo viajar a Massachusetts a ver cómo su hijo de 21 años obtenía un grado de Economía Política.
El miedo a los controles de la policía aterrorizó a Serrano, que tiene que esconderse en su propia ciudad, Escondido (California), uno de los municipios más hostiles a los inmigrantes y donde el Ayuntamiento y la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) mantuvieron hasta 2006 una inusual colaboración que favoreció las deportaciones.
Entre las controvertidas medidas adoptadas por Escondido y que han sido denunciadas por organizaciones como la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) destacó la instalación de puestos de control en las carreteras para interceptar a conductores sin licencia, normalmente inmigrantes indocumentados.
“La sensación de vivir en Escondido es de vivir siempre con miedo”, cuenta Serrano, que ahora puede conducir porque en enero de 2015 California aprobó las licencias para los indocumentados.