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Emilio recibió una respuesta desalentadora luego de que se hiciera una prueba de VIH en la capital.

¡Gais y trans, los más ‘azotados’ por el VIH!

El exasperante sonido de una pluma desgarrando el papel atizó su vida. Aquel miércoles 27 de julio, a las 15:00, Emilio vio cómo una enfermera calificaba el resultado de su prueba de Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) como “reactivo”. Aletargado, con la boca seca y los ojos desorbitados, esperaba que esa sentencia fuera una equivocación.

Estaba pálido y se tambaleaba sobre una silla acolchada frente a una mesa con varios documentos. Entre ellos había una hoja en la que constaban sus iniciales y el veredicto del inicio de una infección sin cura. Recordó su vida en un minuto, como una película en blanco y negro.

La enfermera le dio un vaso de agua con azúcar, pero el muchacho la vomitó. Cuando la mujer le indicó que ese no era el fin, que había una esperanza, recobró el aliento, las ganas de luchar y de mantenerse de pie.

Mientras, en los exteriores del consultorio, en el que las paredes habían recibido un par de brochazos para disimular lo anticuado de la construcción, esperaban otros jóvenes que, al igual que Emilio, experimentaban esa sensación de inseguridad, de incertidumbre...

Un día antes

La noche previa al examen de VIH, Emilio se había encomendado a Dios, pero no conseguía descansar. Los tortuosos pensamientos de un resultado positivo lo alejaban del sueño. “Oraba, decía que ojalá no me saliera reactivo. Pero ahí está...”, detalló el joven.

Un amigo cercano lo incentivó para que se realizara la prueba. No lo había hecho antes, pues sentía temor. Pero tras un recuento de las relaciones sexuales de riesgo que había tenido durante los dos últimos años pensó que era el momento.

En su memoria aún está presente ese viernes 22 de agosto de 2015. Salió de la universidad a las 15:00 y, sin que nadie lo incitara, decidió ir a una sala de vídeo gay en el norte de Quito. Pagó dos dólares al ingreso y enseguida fue a un cuarto oscuro, en el que difícilmente se identificaban los rostros de los usuarios.

En ese lugar conoció a un hombre mayor que él y tuvo sexo sin protección. En ese momento, el deseo primaba sobre su salud, por lo que no le importó que ninguno utilizara un condón.

Esa no fue la única vez que Emilio mantuvo relaciones sexuales de riesgo. Hace dos años y medio conoció a un chico a través de las redes sociales, con quien inició un romance que duró casi seis meses. No usó preservativos, a pesar de que sabía que su pareja, en ocasiones, lo engañaba. Ahora, él se escuda asegurando que ignoraba que las enfermedades de transmisión sexual estaban latentes en la capital.

Según el Ministerio de Salud (MSP), en Ecuador la prevalencia de VIH en la población de hombres que tienen sexo con hombres (HSH) es del 11,3 por ciento; y en los transexuales, del 31 por ciento. Por el contrario, en la población general no supera el 1 por ciento.

Durante 2015, 728 HSH se realizaron la prueba del VIH en la Fundación Ecuatoriana Equidad (FEF) en Quito. El 66,57 por ciento lo hizo bajo un control de salud y el 17,44 por ciento, debido a relaciones sin protección, es decir, de riesgo. Así lo refleja el informe preliminar de Asesoría a Pruebas Voluntarias. Efraín Soria, coordinador de programas de la fundación, detalló que de este número de personas que se hicieron el examen, el 9,34 por ciento tuvo un resultado positivo.

Por su parte, Poleth Pico, representante de la Asociación de Transexuales Luvid Manta, detalló que la población de la que forma parte siempre será la más vulnerable, ya que no hay una ley que les permita el acceso al trabajo digno y, en muchos casos, no tienen otra opción que ejercer la labor sexual. Algunas de ellas “en condiciones precarias”.

Un encuentro fortuito

En 2014, hubo “un total acumulado de 41,375 personas diagnosticadas con VIH” y, según el Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (INSPI), solo en 2015 se registraron 3.294 casos nuevos.

Francisco corrió distinta suerte que Emilio. Una noche, después de que salir de una fiesta, se conectó a una aplicación móvil y encontró a un hombre que buscaba sexo pasajero. Luego de tres meses se hizo la prueba, pero el resultado salió negativo.

Minutos antes de someterse al examen fue a la iglesia, se arrodilló y prometió que sería la última vez que lo hacía. Estaba aterrado, lloraba sin ni siquiera tener un resultado.

Soria explicó que, según los estudios de la FEE, las personas que solicitaron hacerse un examen de VIH generalmente utilizaron condones cuando tuvieron encuentros fortuitos. Sin embargo, se han observado casos en los que hombres que iniciaron una relación afectiva a largo plazo descuidaron su uso en función de un afecto.

“Lamentablemente, el sentimiento no le ayuda a proteger a la persona... Está bien que se quieran, que se amen, pero deben seguir utilizando condón”, dijo el especialista.

Esperanza de vida

El VIH es el virus que puede originar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y afecta el sistema inmunitario, que es la protección que tiene el cuerpo contra las enfermedades. El sida, en cambio, es la etapa más avanzada de la infección causada por el virus.

Las personas que han sido diagnosticadas con el VIH deben someterse a un tratamiento antirretroviral (TAR), que consiste en el uso de estos medicamentos. Quienes se han infectado con el virus deben iniciarlo cuanto antes, y a pesar de que el tratamiento no cura, sí ayuda a que la gente tenga una vida más larga y sana, explicó el médico Alejandro Cárdenas.

El uso del preservativo

Juan Carlos Paz, sexólogo de la Clínica del Bosque, apuntó que la cultura también influye en el uso del preservativo. Porque su utilización está más extendida entre quienes pertenecen a una clase social media alta.

“En estratos con bajo nivel cultural, el uso del preservativo es bastante bajo”, señaló el experto. A su juicio, las nuevas generaciones están tomando mayor conciencia sobre está medida de prevención.

Además, destacó que las personas que tienen VIH pasan por un proceso de negación, ira y aceptación. Pero cuando llegan a ser manejados médicamente empiezan a tener conciencia de la enfermedad y a limitar su vida sexual. (ER)