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Leticia volvió a nacer

Una mujer transexual que pasó seis años en el Centro de Rehabilitación Femenino del Guayas, recuperó su libertad y habla sobre las condiciones que viven ellas dentro de las prisiones del país.

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Madre e hija se reencontraron en un abrazo.Gelitza Robles

A las 17:00 del jueves 30 de diciembre de 2021, Leticia Andrade volvió a nacer por tercera vez. A pesar de que salió del vientre de su madre hace 49 años, la vida ha hecho que renazca otras dos veces: la segunda, cuando hizo su transición de hombre biológico a mujer transexual; y la tercera, cuando recuperó su libertad tras seis años de estar en prisión.

Sus recuerdos se iban tejiendo en el trayecto entre Guayaquil y su natal Naranjal. Cinco horas después de poner un pie afuera del Centro de Rehabilitación Femenino del Guayas, donde estuvo recluida desde enero de 2016 por el delito de estafa, ya estaba viajando a su cantón.

Leticia era la única mujer transexual en ese centro carcelario del puerto principal, donde no solo se ganó el cariño de sus compañeras, sino que le sirvió para notar que la transfobia puede borrar todo el trabajo de una vida o la vida misma de las personas trans.

En los más de 60 kilómetros entre cantón y cantón, Leticia trataba de recordar parte de su historia, una que quiere dejar atrás, y solo tomar lo único que le importa del pasado: su hija, que también se llama Leticia.

A pesar de haber nacido en un cuerpo con el cual no se identificaba, Leticia cree que hasta antes de su detención (por lo que ella considera una injusticia), el destino había sido bueno con ella.

Empezó a trabajar desde muy joven hasta que pudo reunir lo suficiente para viajar a Estados Unidos en 1999 a cumplir su sueño, que era operarse para tener una figura femenina. El cambio fue total y logró una reasignación de sexo, algo que en ese tiempo era imposible en Ecuador.

Regresó, años después, para dedicarse al activismo como directora de una fundación en favor de los derechos de la población de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI). Cuenta que denunciar supuestas irregularidades e injusticias, hizo que alguien tomara represalias en su contra. Así fue como terminó en prisión.

“El primer día lloré toda la noche, pero como yo era inocente, en mi mente siempre estuvo que iba a salir muy pronto de allí”, recuerda. Pero eso no pasó y tuvieron que transcurrir casi seis años para que recuperara su libertad.

Su abogado, Javier Novillo, quien acogió su caso de manera altruista, dice que en parte esto se debe a que aún existe discriminación en el sistema de justicia en torno a la población LGBTI; y más si eres una mujer trans.

Irregularidades

Leticia tuvo suerte. Ella es una de las pocas mujeres trans que pagaron su condena en una cárcel femenina. Según Odalys Cayambe, líder de la Red Comunitaria Trans del Ecuador y directora de la organización Vivir Libre, que asiste a la población carcelaria LGBTI, el sistema carcelario en el país es discriminatorio con las trans, porque violan por completo sus derechos humanos. En su mayoría, son derivadas a cárceles masculinas, donde son violadas, convertidas en ‘sirvientas’ de los otros reos, y, en el más horrendo de los casos, terminan torturadas. Tal fue el caso de Hellen Brigitte Maldonado, quien fue torturada y asesinada en la masacre de la prisión ocurrida el 13 de noviembre de 2021.

Odalys calcula, por el trabajo que hacen en su fundación, que hay más de 70 mujeres trans en las cárceles del país, pero están en pabellones que no coinciden con su identidad de género. “Dentro de nuestro registro tenemos que, de ese global, solo seis mujeres trans con vaginoplastia viven su proceso carcelario en prisiones femeninas”, cuenta la también activista.

Una oportunidad

En el tiempo en el que Leticia estuvo en prisión, donde no todo fue malo, ella solo conoció a otra mujer transexual, pero no hablaba mucho. En cambio, ella era todo lo contrario. Siempre se ha sentido orgullosa de su sexualidad, lo que le permitió responder las preguntas de sus compañeras, que eran muchas. “Usted sabe que todas tienen curiosidad sobre nuestro proceso. Hice de todo allí, desde dar charlas de derechos humanos hasta hacer tareas de limpieza”, relata.

Gracias a su buena conducta y a la ayuda de su abogado, pudo salir antes de que se cumpliese su condena. Ahora solo debe presentarse ante el sistema de justicia cada semana. El día en que le dieron la noticia de su liberación, ni ella misma se lo esperaba.

Decidió no contarle a nadie, ni a su hija. Su ‘niña’, como la llama, cumplió 18 años el 28 de diciembre y ese sería su mayor regalo. Llegó a su Naranjal, al que notó cambiado, cerca de la medianoche del 30 de diciembre. Allí, los vecinos que estaban ‘peloteando’ frente al parque le gritaron su nombre, asombrados porque estuviera al fin fuera de prisión.

Llegó primero a la casa de una amiga, a quien le pidió que llamara a su hija para darle la sorpresa. Leticia se escondió detrás de una puerta y allí esperó hasta que su niña llegara.

“¿No me vas a dar un abrazo?”, le dijo en cuanto se abrió la puerta. La joven empezó a llorar en cuanto se dieron un apretón que parecía eterno. “Cuando estaba en la cárcel, yo prefería que ella no me fuera a visitar porque solo teníamos un par de horas, en las que llorábamos mucho”.

Ahora piensa empezar de cero. Quiere buscar un trabajo, construir una nueva vida y un hogar para las dos. No piensa en venganzas, porque no quiere llenarse el corazón de maldad. Los sentimientos negativos los dejó en aquella celda que la escuchó sollozar de amargura tantas veces. El último día del año, las últimas lágrimas fueron de felicidad.