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Las mamitas del encierro

En Ecuador hay 10 centros de detención, en los que viven 22 niñas y 26 niños con sus madres, la mayoría de ellas condenadas por tráfico ilícito de estupefacientes.

CPL Pichincha N.3
Tres mujeres del Centro de Privación de Libertad N.° 3 maternan a sus hijos. Ellas afirman que en el encierro han aprendido a criarlos.Cortesía

"La experiencia de ser madre en este lugar me ha costado mucho porque aquí llegué a saber cómo criar, lo que no me pasó con mis otros hijos. Mi niña prácticamente no convivía conmigo en la calle, sino con mi mamá. Y mi otro hijo se quedó solo a los tres años porque yo caí detenida”.

Lo dice Rosana (nombre protegido), quien aspira a estudiar una tecnología en sistemas y recuperar el tiempo con sus tres hijos, pese a que debe cumplir una condena de 34 años por asesinato. Tan solo lleva seis.

En el Centro de Privación de Libertad Pichincha N.° 3, en el sur de Quito, lidia con el estrés y los cambios de ánimo que supone el encierro, pero sigue con la rutina diaria: levantarse a las 06:00, bañarse, alimentar a su hijo de dos años y 11 meses, y caminar unos cuantos pasos hasta el Centro de Desarrollo Infantil, donde atienden a su pequeño hasta las 15:45.

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También toma un curso de nivelación y le gustaría continuar estudiando. Mientras tanto, el escuchar un ‘te amo’ de su niño es lo que la mantiene a flote. “Esas son cosas muy lindas, pero también hay veces que sale con sus palabras y dice: ‘mamá, ya vámonos de aquí’”.

Las estadísticas del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI) contabilizan a 48 niños viviendo en 10 centros de privación de la libertad en Ecuador. El de Quito es el único que tiene un Centro de Desarrollo Infantil del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) al interior, que se especializa en el aprendizaje y cuidado de los menores (ver cuadro).

De todos los niños en los centros de detención, solo hay uno con discapacidad intelectual y otro con criptorquidia, una condición en la que uno o ambos testículos no están en el escroto al nacer.

Destino incierto

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Los menores que se encuentran con sus madres en los centros de detención reciben atención en salud.Cortesía

A Rosana le queda un mes en compañía de su niño. La norma establece que los tres años es la edad máxima para que un menor pueda estar en el encierro. Ella se prepara para ese momento e imagina el día en que su madre se encargará de su bebé.

Será trasladada a otra cárcel del país porque el Centro N.° 3 prioriza a mujeres con sus hijos. Ella perderá esa condición. “No sé a qué otro centro me voy, no sé qué capacidades hay en ese otro lugar, si podré seguir estudiando, haciendo otras cosas, no lo sé”.

Ana María Coronel, directora de Medidas Cautelares y Penas Privativas de la Libertad del SNAI, explicó que la normativa de mantener a los menores hasta los tres años de edad en los centros privativos de libertad surgió luego de detectar que, entre 2000 y 2006, cientos de niños que sobrepasan los tres años de edad no solo vivían con sus madres en las cárceles, sino también con sus padres también detenidos, expuestos a problemas de desnutrición y deserción escolar.

“Hay un estudio que dice que los niños no recuerdan el entorno en el que están sino hasta los tres años de edad. Hasta los 36 meses evitamos que los niños sepan que nacieron y se criaron en una cárcel, lo que importa es el vínculo con la madre”.

En la mayoría de los casos, los niños y niñas rehacen sus vidas con sus abuelas y padres, pero también hay otros que son entregados en adopción.

Para Coronel, toda regla tiene su excepción después de hacer un análisis de todas las realidades en prisión. Ahora mismo hay un caso de un menor cuyo futuro está en vilo. “Se trata de una chica colombiana que tiene a sus tres hijos fuera del país, no tiene familia aquí y su niño ya tiene más de cinco años. Entonces la realidad es mandarlo a un proceso de adopción o dejarlo aquí cuando tiene a una madre que lo cuida. Además, su padre también está privado de libertad”.

"A las madres se les permite tener una cocineta para que calienten la leche, las coladas. Los cuartos en los centros son diferentes, no tienen una lógica de cárcel como tal”Ana María Coronel
Directora de Medidas Cautelares y Penas Privativas de la Libertad del SNAI

La mayoría cae por drogas

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Las mujeres privadas de la libertad estudian y se capacitan, mientras sus niños asisten al Centro de Desarrollo Infantil.Cortesía

El 54,8 % de mujeres en las cárceles ecuatorianas cumple condena por delitos relacionados con estupefacientes. Así lo detalla el Diagnóstico del Sistema Penitenciario del Ecuador 2021 de Kaleidos. Y lo corroboran también los datos del SNAI.

Lo más impactante es que las madres presas por este motivo, en su mayoría, sirven de mediadoras en estos actos ilícitos y provienen de familias que las usan como anzuelos para comercializar drogas.

Doménica (nombre protegido) está recluida en este centro con su hija de dos años y nueve meses. Era comerciante en un local de ropa, pero hace tres años la detuvieron por vender droga. Su primera hija, ahora de 14, quedó al cuidado de su madre.

Si algo ha aprendido en el encierro es a criar y maternar a su criatura. Sufre cuando su niña se enferma o cuando le pide cosas que ella no le puede ofrecer, como comprarle un helado. “Aquí es cuando a una le toca jugar a la ‘psicológica’, toca suplir esa necesidad de alguna manera”.

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Con ella concuerda Mariela (nombre protegido), condenada a 10 años, también por droga. Lleva en el centro casi la mitad de este tiempo y ahora vive con su niña de 24 meses. Aunque su corazón se arruga al pensar en la separación de su pequeña, cree que es lo más conveniente. “Afuera conocerá más cosas, estará mejor con las hermanas y con mi mamá”.

A Doménica, Mariela y Rosana aún les queda tiempo en prisión. Ellas tienen ganas de superarse. Quieren estudiar, trabajar y rehacer sus vidas. Para ellas, lo más importante es darle vuelta a la página y ver crecer a sus hijos lejos de las drogas... y lejos de prisión.

Un análisis de caso del Centro de Privación de Libertad Pichincha N.° 3 detalla que el 90 % de internas fueron abusadas sexualmente por familiares.

Las actividades de lectura

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La mayoría de madres recluidas en los centros del país ha cometido delitos relacionados con drogas. Aquí, durante una celebración junto a sus pequeños.Cortesía

A Ruth Abril, los niños en el encierro la llamaban la Tía Cuentos. Ella trabajó desde marzo de 2019 hasta junio de 2022 en el Centro N.° 3. Perteneció al proyecto Tambos de Lectura, del Ministerio de Cultura y su tarea era fomentar la lectura en las mujeres privadas de la libertad y sus hijos.

Fue un gran desafío, pues recuerda que había mucho desinterés y casi el 90 % de las mujeres no había terminado la primaria. Incluso, muchas eran analfabetas. Su estrategia fue leer en voz alta varios libros y representar esas lecturas con sus dotes para la actuación. “Empezaba leyendo a dos mujeres y de repente tenía a mi alrededor a ocho o diez más”.

Aplicó la misma técnica con los menores en el Centro de Desarrollo Infantil. “Los niños fueron quienes obligaron a sus madres a leer. Les pedían más cuentos y yo empecé a prestarles libros para que ellas los llevaran a los pabellones y les lean a sus hijos”, recuerda Ruth. Pero las mujeres también le pedían novelas románticas, lecturas esotéricas, comedias, guiones teatrales. Hasta llegaron a montar una obra.

El 8 de marzo de 2022, Día de la Mujer, presentaron una comedia popular durante una visita. “Fue tal el impacto, tanto para ellas como para sus compañeras y familiares, que a la siguiente semana querían montar otra obra en escena”.

En ese tiempo, Ruth logró armar una biblioteca de 1.500 libros, que actualmente se encuentra en el Centro de Privación de Libertad N.° 3, pero no están disponibles para las mujeres y niños porque el presupuesto del proyecto Tambos de Lectura se agotó.

“A ese espacio le tomé mucho cariño. Lo más grato fue que, a través de la lectura, esas madres disminuían su nivel de agresividad, de ansiedad. Los libros las distraían y las motivaban a sentirse más vivas y escuchadas”, concluye Ruth.

15 bebés están próximos a nacer. Sus madres tienen entre 20 y 25 semanas de gestación.