En el mesón sobre el que trabaja Johanna Cedillo en el mercado Oeste, en Babahoyo y 10 de Agosto, están todos los colores imaginados: naranja, por la papaya y el melón; rojo, por el tomate de árbol, y el verde, por las manzanas verdes; el amarillo por los guineos, y el color café, por las ampollas de ingredientes naturales que le aplica a los jugos que prepara.

Desde hace 10 años labora en ese mercado con la famosa ‘jugoterapia’, que consiste en aliviar los ‘males’ de sus clientes con un batido de frutas, hierbas y remedios de origen vegetal. “Aquí se sana porque se sana”, asegura orgullosa.

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Ella cuenta que para saber qué necesitan sus ‘enfermitos’ ha tomado cursos de nutrición y que además sus estudios en enfermería le ayudan todos los días para surtir su ‘despensa’ de remedios y para asesorar a los clientes con el ‘brebaje’ perfecto para su padecimiento.

“Si me dice que tiene el colesterol elevado, que es de las más comunes, le damos el jugo verde. Todos sus ingredientes son verdes, por eso el nombre”, cuenta.

Sin embargo, si el cliente llega con la receta lista porque el médico u otra persona se la ha recomendado, pues ella también se pone manos a la obra para satisfacer lo que el usuario requiera para ponerse ‘once’.

“Hay un jugo en específico, que es el ‘levantamuertos’, por el que la gente llega a decir ‘deme un jugo para hacer feliz a mi esposa; nosotros ya sabemos qué darle y los clientes siempre regresan contentos. El toque especial es el borojó y otros ingredientes naturales”, dice.

Su negocio, al que llamó Jugoterapia Pastuzaca, por el apellido de sus hijos, afirma Johanna que ofrece buenos precios.

Si llegan los clientes a pedirle un batido sencillo, como uno de naranja o limón, le cuesta solo 50 centavos, pero si la mezcla ha sido de vegetales y frutas, el precio aumenta a 1,50 dólares. Sin embargo, lo máximo que Johanna cobra por jugo son 2 dólares, que solo sucede cuando le adiciona algún remedio natural.

“Los clientes siempre regresan porque se los trata como se debe. Hasta en el jugo hay que darles buen servicio: preguntar si quiere con hielo o con azúcar es preocuparse por eso y, aunque se les cobre más, ellos vuelven por eso”, admite entre risas.

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