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¡Se juegan la vida por 15 centavitos!
En las tardes y noches, cientos de escolares porteños se lanzan a la carretera para colarse en la Metrovía. Las campañas emprendidas desde 2015 no han erradicado el problema.

A partir de las 18:30, las dos paradas del sector se llenan de chicos, que eluden los torniquetes.
Permanecen al acecho, apelotonados en corrillos de entre tres y seis muchachos, ocultos bajo las escaleras del puente que une el parque lineal de la avenida Carlos Julio Arosemena con la Universidad Católica. Son las 12:30 y han terminado ya sus clases en un colegio cercano.
Los estudiantes, menores de edad y vestidos de uniforme, exhiben su ‘virilidad’ con vaciles y empujones. Pero uno de ellos tiene los ojos clavados en la carretera. Hasta que una unidad de la Metrovía se detiene en la estación. Línea 172, troncal 3.
El ‘pelado’ hace una señal a sus compinches. Al unísono, cuatro de ellos, todos varones, salen en estampida hacia el vehículo, esquivando automóviles como curtidos recortadores de toros. La muerte les ronda en cada maniobra. Pero no parece importarles. Su objetivo es colarse sin pagar los 15 centavos del pasaje, la tarifa más baja de América Latina, aclara el gerente de la Fundación Metrovía, Leopoldo Falquez.
“Mi madre cree que me gasto la plata. Pero me la guardo para el fin de semana”, apunta Javier antes de acceder al bus por un angosto hueco de un metro, que queda entre la parte trasera del vehículo y las compuertas de la parada. Ni la colocación de unas púas metálicas en el bordillo los disuade. “¡Sabemos lo que hacemos!”, se jacta Ricardo, que sigue a su amigo sin ningún atisbo de remordimiento en la mirada.
Más de veinte escolares evitan así los torniquetes en diez minutos. Algunos ni siquiera entran directos a las unidades. Simplemente aprovechan para colarse en el interior de la pequeña terminal, donde un guardia vigila a cientos de chicos. “¿Qué podemos hacer? ¿Sacarlos a la fuerza y que luego nos denuncien?”, cuestiona resignado el centinela. A su lado, una adulta mayor reprueba a los muchachos. “¡No tienen educación!”, sentencia airada.
A pesar de las campañas que desde 2015 han emprendido por separado la propia fundación y la Subsecretaría de Educación, el fenómeno continúa produciéndose a diario en numerosos puntos de Guayaquil, tanto de día como de noche, sobre todo cuando los centros estudiantiles echan el cierre.
Silvio Guamán, técnico de mantenimiento en la troncal 3, se muestra muy preocupado. “A veces también se saltan los torniquetes. Si -el celador- va a la parte delantera, la trasera se descuida... Un solo vigilante no da abasto”, zanja mientras contempla impotente el ‘espectáculo’. “Si los agarra, luego le pueden caer diez. Por eso tampoco se atreven. Al menos aún no ha habido ninguna desgracia -más allá de resbalones y caídas-”, atestigua Jorge Fernández, director técnico del consorcio Transvía, integrado por Icedoservicios, de origen estadounidense, y la compañía mexicana Idear Electrónica. A través de una licitación, sus representantes obtuvieron la concesión del sistema de recaudación y monitoreo de la Metrovía en 2012, por un período de ocho años.
El detonante
Las alarmas se encendieron en julio, cuando los técnicos grabaron un vídeo en Guasmo Norte, donde 50 estudiantes se colaban de golpe (a veces, suman “más de cien”).
LA PRADERA 1 Y 2
La oscuridad es el mejor refugio de los infractores. Pasadas las 18:30, las estaciones de la Pradera 1 y 2, en la avenida Domingo Comín del sur porteño, reciben a cientos de ‘pelados’ de un colegio cercano. Dos chicas, de apenas 12 años y metro y medio de estatura, caminan con disimulo por el bordillo del carril de la Metrovía mientras los autos van de frente hacia ellas, con los faros prendidos. Pero unos compañeros que han abonado los tiques las increpan. “¡Pagad, pagad!”, corean entre mofas. Avergonzadas, abortan la misión y cruzan la vía para perderse en la vereda. “¡Sapos!”, les reprochan ellas enojadas.
Los chivatos no se atreven a repetir el gesto con 15 muchachos, que se esconden detrás del puesto de humitas regentado por un adulto mayor, en un lúgubre callejón trazado entre dos anémicos bloques de departamentos. Cuando el bus echa amarras en el pavimento, brincan como grillos, juegan a sortear los automóviles y se paran detrás de la unidad. “¡Ahora!”, ordena el mayor tras constatar que el guardia se centra en custodiar los torniquetes. Algunos suben al bus; otros, como en la Carlos Julio Arosemena, traspasan las compuertas a la espera de su línea. “Algún día tendremos una tragedia”, sostiene el vendedor. “Es absurdo que se jueguen la vida”, apostilla la mujer que lo acompaña.
Dos minutos después, otros tantos adolescentes prueban fortuna, pero el vigilante aparece raudo y cinco se quedan en tierra, de modo que galopan hasta la siguiente parada. Sin tiempo para tomar un respiro, un par de escolares se agazapa en la parte trasera de la terminal hasta que arriba la unidad que los llevará a casa. Es el juego del gato y el ratón. Aunque acá el gato no tiene garras y el ratón muerde fiero.
Al igual que su colega Guamán, Marcos Lara, técnico de mantenimiento en la troncal uno, cree necesario reforzar la seguridad, sobre todo en estos sectores del Puerto Principal. “Sin duda”, son los más conflictivos. “Los estudiantes van de estación en estación, comprobando en cuál hay menos defensas”, remarca el trabajador, quien cifra en “unos mil” el número de escolares que ejecutan estas prácticas cada día en la ciudad.
Algunos no dudan en enfrentarse a los uniformados. Supuestas amenazas y ataques “a punta de pistolas, estiletes, tijeras o meras plumas”; torniquetes rayados; compuertas dañadas... “En la Pradera 2, un chico acuchilló a uno por no dejarlo entrar”, subraya molesto. “Todavía no sabemos si se le sancionó ni cuánto control existe”, puntualiza Falquez.
Pero Lara no se deja intimidar. Y a menudo ofrece apoyo a los vigilantes. Eso sí, él suele apostarse junto a la entrada: “Si nos piden ayuda, colaboramos ahí y ellos se colocan detrás, en la zona más peligrosa, porque pueden existir puntos ciegos que las cámaras no captan. Y en la noche es bastante peor. Si algún día se produjera un accidente y el chofer arrollase a un ‘pelado’, seguro que le echarían toda la culpa”.
El problema, como tantos otros relacionados con el tránsito, reside en la falta de “cultura vial”. Así lo entiende Christian Ruiz, supervisor técnico de la troncal 1. “Pero debemos ser sinceros. De fondo están las pandillas y bandas juveniles”, remata.
GUASMO NORTE
La faena se antoja ardua. En la parada de Guasmo Norte, decenas de muchachos actúan impunes a partir de las 22:00. Sin apenas tráfico de vehículos y peatones, ni siquiera corren desde las veredas o se camuflan a la espera de los buses. En batallones de veinte y treinta milicianos, caminan ufanos, fuerzan las cristaleras de la estación y toman el andén. “Y eso que hoy no hay tantos”, destaca el guardia doblegado.
Algunos como Fernando, de 16 años, admiten sin tapujos que su intención de fondo no es ahorrarse el pasaje. Él lo hace por pura “adrenalina”, para parecer “bacán” ante las ‘peladas’...
CRONOLOGÍA
1 / 7 / 2015
La Fundación Metrovía lanza la campaña ‘Cada vez mejor’ sobre el buen uso del transporte. Solo se desarrolla en colegios privados debido a la “falta de permiso” de la Subsecretaría de Educación para acudir a los fiscales. Este año cumple su tercera edición.
6 / 11 / 2015
La fundación comunica actos vandálicos de estudiantes a 12 planteles públicos. El Ministerio de Educación le pide que reporte los incidentes a los distritos.
12 / 11 / 2015
Acuerdo para que la fundación traslade a la Subsecretaría informes semanales de daños y percances. Se sigue haciendo.
24 / 11 / 2015
La Subsecretaría difunde la campaña ‘Yo decido ser buen ciudadano’ contra las riñas, desperfectos en bienes públicos, consumo de drogas y acoso escolar, dentro y fuera de los centros.
7 / 8 / 2017
Primer encuentro de carácter interinstitucional entre la Subsecretaría, la fundación, la Dinapen y la Policía Nacional.
22 / 8 / 2017
EXTRA solicita entrevistar a un representante de la Subsecretaría para recabar su versión, así como datos sobre el número de sanciones que ha aplicado a escolares. Una vocera adelanta que, en los próximos días, el Ministerio pondrá en marcha la campaña ‘Buenos hábitos, ya pana’, en la que trabaja con comités estudiantiles y directores de colegios.
25 / 8 / 2017
La fundación anuncia a EXTRA que intensificará sus acciones en 60 centros privados de Guayaquil. Además, hará campañas físicas con la Policía Nacional y la Dinapen en las paradas para, “al menos”, atenuar el problema.
La Fundación: “Aún no podemos ir a los planteles fiscales”
Leopoldo Falquez recuerda que este fenómeno es común en Latinoamérica y valora positivamente el acercamiento que se logró en la primera reunión interinstitucional con la Policía Nacional, la Dinapen y la Subsecretaría de Educación.
Sin embargo, cree necesario que la Fundación Metrovía reciba la autorización de la Subsecretaría para realizar labores de concienciación en planteles fiscales. “Aún no podemos. Estamos esperando una contestación concreta. Reiteramos nuestra predisposición a colaborar”, señala.
A su juicio, lo más apropiado sería idear campañas “conjuntas” con dicha cartera, no de forma independiente como hasta ahora: “Ambos aprenderíamos. Sin dar una fecha (de cuándo se solucionará el problema), al menos ya remamos en el mismo sentido”.
También asevera que la seguridad se está reforzando en algunos puntos y horarios “de manera selectiva”, aunque no apuesta por aplicar la fuerza. “Si reprimimos con palos, vamos a tener una manifestación, que nos quemen una parada... Lo nuestro es concienciar”, concluye.