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Le decían lesbiana por coger cangrejos
Van a ser las 07:00 y Yolanda Banchón se alista para una nueva jornada de trabajo. Quedan pocos días para que comience la veda. Su ‘look’ es muy diferente al de la mayoría de las mujeres. No hay tacos ni maquillaje, sino una blusa larga que en la parte de atrás tiene una especie de bolsa. En vez de cartera carga un gancho de fierro y muchas piolas. Sustituye el lápiz de labios por un frasco de repelente para los mosquitos. No se peina y siempre usa un gorro.
Tampoco se moviliza en bus, sino en canoa. Sabe la hora en que debe partir, pero no tiene idea de cuándo regresará. Ella va en busca de los cangrejos, esos que usted se los comerá sentadito en su casa, sin zancudos que lo molesten ni el pestilente lodo del manglar.
UNA MUJER
Estamos en el recinto El Salvador, en plena reserva ecológica Manglares de Churute, sector de Naranjal, frente a la isla Puná. El pueblo es pequeño, pero aquí esta mujer hace historia, ya que es la única del lugar que se dedica a esta dura labor.
“Comencé en este trabajo hace ocho años. Primero solo recogía los crustáceos, después me interesó ir a buscarlos. Ha pasado mucho tiempo y me gusta lo que hago”, afirma Banchón, quien a pesar de haber hecho el preuniversitario para convertirse en una profesional parvularia tuvo que dejar los estudios por una enfermedad en la columna.
‘Yoli’, como le dicen sus amigos, siempre trabaja acompañada de Víctor Guzmán. Y hoy, además, con ella también se encuentra Kevin Guzmán.
UNA LUCHA
Yolanda ya está en la canoa. El sonido del motor se confunde con el de los mosquitos. Vamos manglar adentro. El viaje es de unos 20 minutos, pero hay días en que a ella le toca caminar unos 40 de ida y vuelta. Tras la travesía llegamos al brazo del manglar. La canoa se queda amarrada a un costado. El lodo y los árboles de mangle son los testigos del inicio de una jornada ‘pepa’.
Hay huecos por todas partes, pero nos toca caminar diez minutos más para encontrar la guarida de los cangrejos, donde ‘Yoli’ tiene su ‘oficina’. No hay señal de teléfono. Aquí se viene a sudar.
AHORA
Banchón es muy trabajadora y cuando llega la veda se dedica a coger camarones o jaibas. Si no hay pesca hace bolitas de maní para venderlas porque no puede permitirse el lujo de no ‘camellar’.
“Al principio hasta me dijeron que era lesbiana por venir a trabajar en cosas de hombres. Pero este oficio me gusta y me ha servido de mucho. Hasta me hice una casita”, manifiesta la mujer, quien sufrió algunos daños de consideración en su hogar por el terremoto.
Tiene la habilidad para saber cuáles son los huecos donde están los animales y en cuáles no hay que buscar porque pertenecen a las hembras. Enseguida comenta que debemos fijarnos en sus uñas, distintas a las de los machos.
En ningún momento deja el gancho. Se agacha, se acuesta en el lodo, mira el agujero y mete el fierro en la cueva del cangrejo. Ahí está la primera captura. El crustáceo ya es de ella. Inmediatamente lo guarda en la bolsa que tiene en la parte de atrás de su blusa.
Los cangrejos comienzan a aparecer. Nosotros sudamos que da miedo, mientras Yolanda parece estar en una fiesta junto a sus amigos. Al rato, ella se detiene, dice que ya lleva un atado y confiesa que le gusta jugar pelota. Es hincha del Barcelona y admira a Matías Oyola. La única vez que pisó el Monumental fue cuando era una niña.
Las horas pasan y luego de tener el bolso lleno de cangrejos viene la parte final, que consiste en armar los atados. Es el momento previo al baño, con ropa incluida, en el río. Hay que sacar del cuerpo todo ese lodo del manglar.
Entonces, Yolanda recuerda aquella época en que sus amigos le gritaban la “cangrejera”. “Ahora es normal que me vean trabajar en la captura del crustáceo. Muchos me decían que esta difícil labor no es para que la haga una mujer. Pero esto lo llevo en la sangre, ya que mis abuelos y padres la han hecho toda la vida y me gusta realizarla”, expresa con orgullo ‘Yoli’, de 31 años, quien aún está solterita y se siente con fuerza suficiente para continuar en el oficio.