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Los restos del niño fueron velados en su domicilio y, en horas de la tarde, sepultados en el cementerio de Pascuales.JOFFRE FLORES

Niño ahogado en Guayaquil: El dólar y 25 centavos que Jeanpierre llevaba en la mano

Su abuela paterna cuenta cómo fue la última llamada con su querido Janpy

La última vez que Martha Toala escuchó la voz de Jeanpierre, el menor de sus nietos, fue la tarde del miércoles 19 de febrero. Ese día, luego de su jornada escolar, el niño llegó a su casa y se comunicó por teléfono con su abuela paterna para preguntarle cómo estaba y contarle cómo le había ido.

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Sin embargo, al día siguiente, la llamada no fue de Jeanpierre, sino de otro familiar que le informó que el niño había fallecido ahogado, en medio del torrencial aguacero que azotó parte de Guayaquil el jueves 20 de febrero.

Jeanpierre se había bañado bajo la lluvia junto a su madre. Minutos después, caminó hasta una tienda, a una cuadra de su casa, pero al intentar cruzar la calle, fue arrastrado por el agua que inundaba el sector donde residía, en la cooperativa San Francisco 2, en el noroeste del Puerto Principal.

Su cuerpo fue encontrado horas después en una zanja ubicada frente a la Penitenciaría del Litoral. Había recorrido aproximadamente dos kilómetros.

Familiares y amigos llegaran a la casa donde residía el niño.JOFFRE FLORES

“Me dijo: ‘Hola, abuelita, ¿cómo estás?’. Conversamos un ratito. Fue una despedida inesperada. Janpy (así lo llamábamos de cariño) era un niño tierno, amoroso. Se ganaba fácilmente el cariño de la gente. Recién el 6 de febrero había cumplido 7 añitos. Le pedimos a Dios resignación para aceptar su partida”, expresó la adulta mayor, oriunda de la provincia de Manabí.

Doña Martha contó que Janpy tenía un dólar con 25 centavos en su poder, dinero que su padre le daba todos los días para la escuela. Sin embargo, en varias ocasiones, él no lo gastaba y lo traía a casa para comprar golosinas en la tienda del barrio.

“Como todo niño, le gustaban los dulces. No sabemos qué fue a comprar. Mi nuera no lo vio cuando se alejó. Minutos antes, habían estado jugando bajo la lluvia. Su hermano de 18 años estaba trabajando y el de 14 en el colegio”, manifestó la señora, mientras, con tristeza, trataba de asimilar que nunca más volverá a escuchar la voz de su engreído. (AEB)

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