Exclusivo
Actualidad

‘Paniqueados’ en el centro

Redacción Guayaquil
La mirada de los transeúntes se desviaba hacia lo alto de algunos edificios ubicados en el casco central de la urbe, ayer por la mañana.
Deniss Jaramillo improvisaba una visera con sus manos, desde la esquina de Nueve de Octubre y Chimborazo, para enterarse de lo que pasaba en el último piso del edificio Cóndor.
El joven narra que el pasado sábado salía de un evento de ánime, cuando la tierra comenzó a temblar. “Los edificios se movían. Parecía que se iban a caer encima de uno. Esto era puro escombro y se levantó una nube de polvo”, recuerda.
Esa noche, los daños no se apreciaban con el mismo detalle que ayer. A la luz del sol y desde ahí abajo, el volado colapsado en el último piso se veía “aterrador”.
Al igual que él, decenas de personas detenían su paso en esa esquina y en la de Vélez, entre Chile y Baquerizo Moreno, para alzar la cabeza y mirar los estragos del terremoto.
Desde esta última, tres mujeres conversaban sobre el temor que sentían al regresar a su trabajo en un octavo piso.
“La parte de los garajes está cuarteada”, exponía una de ellas, quien se identificó como “María”. Acto seguido, sacó su teléfono celular y mostró algunas fotos que dijo haber tomado al interior. Otra, con su índice en lo alto, apuntaba hacia el costado del coloso de hormigón, en cuyo interior funcionan oficinas y negocios.
“Eso está caído para acá, parece que le está aguantando el otro edificio. Y adentro las paredes están cuarteadas”, agregaba otra de las angustiadas mujeres quienes aseguraron que preferían no identificarse por miedo a perder su trabajo.
“Nos hicieron laborar hoy, pero nos están mandando (a casa) porque no hay luz ni agua”, expresó una de las féminas.
Más allá del alborotó
Mientras las esquinas continuaban llenándose de curiosos, Edith Añín, administradora del edificio Valco, rechazaba los comentarios de supuestos daños en el inmueble.
“Es falso el rumor. Aquí hubo una explosión de los transformadores. Toda la gente se vino para acá, pero aquí nada ha pasado”, manifestaba, desde los exteriores del garaje.
“La gente se aglomeró y como no sabían lo que había pasado, están hablando demás. Aquí no hay problema”, aclaró; y tras ello, habló con un ingeniero, quien precisó que “si estuviera en peligro, el Municipio habría dado una orden para evacuar”.
“Estamos esperando para hacer un análisis técnico, pero al momento no pasa absolutamente nada y que se queden tranquilos”, sugirió el especialista.
De regreso al otro lado de la cuadra, Denis Lucín se aprestaba con su equipo para trabajar en lo alto del edificio Cóndor. Su labor consistiría en derrocar “un tramo decorativo”, que era lo que se veía “caído”.
A unos pasos suyos, Manuel Kronfle, representante de una cadena de comidas rápidas que opera en la edificación, hablaba con algunos de los policías que custodiaban el cordón de peligro.
Como el paso era restringido, incluso a ellos les “tomaban lista” para ingresar.
“(Lo afectado) es solo mampostería, fachada. Esas son losetas que parecen balcones, que se usan para tapar los equipos que están atrás, como torres de enfriamiento y tanques de gas”, precisó.
Sin embargo, los curiosos permanecían ajenos a las explicaciones. Para ellos contaba lo que veían con sus ojos, que no lo podían divorciar del temor que sintieron el sábado por la noche. (LLl)