La depresión habría orillado a Luis y a María a cumplir un pacto de muerte. Para hacerlo, ambos jóvenes, de 22 y 18 años respectivamente, llegaron a alojarse en un hotel del centro-norte de la capital.

La recepcionista del edificio les contó a los investigadores que los chicos ingresaron al lugar a las 20:27 del lunes 19 de abril.

Les asignaron una habitación del tercer piso. Hasta ese momento, eran unos huéspedes más. Todo bien.

A las 06:40 del siguiente día, el 20 de abril, Luis llamó a la encargada de la recepción y le pidió que nadie fuera a incomodarlos. Ella les dijo que pusieran el letrero de ‘No molestar’ y colgaron el teléfono.

Dos horas más tarde, la policía llegó con las malas noticias. Ellos les dijeron a los empleados que debían revisar la habitación donde estaba la joven pareja porque habían recibido una alerta de suicidio.

Horas antes, el chico le había enviado un mensaje de texto a su mejor amiga, confesándole que se mataría junto a su novia. Alarmada, la chica mandó las capturas de las conversaciones a otro amigo, quien contactó a la policía para que impidiera las muertes.

Entonces, los empleados del hotel guiaron a los agentes al tercer piso, pero cuando abrieron la puerta ya era tarde. Ambos estaban muertos (ver infografía).

La escena fue revisada. Los investigadores levantaron indicios, mientras afuera los familiares de ambos aguardaban los resultados de las pericias para saber qué pudo causar el estado depresivo de los jóvenes enamorados.

Cerca de los cuerpos se hallaron dos tipos de fármacos: uno sirve para tratar el insomnio y el otro tiene un uso mucho más complejo, ya que es un anestésico que se aplica al paciente para hacer intubaciones traqueales en casos de ventilación pulmonar mecánica.

Por las jeringuillas encontradas, se presume que ambos se inyectaron esos compuestos.